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Las Hurdes y la Guinea española, ¿tierras sin pan?

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Pages 199-223 | Received 12 Apr 2023, Accepted 31 Oct 2023, Published online: 16 May 2024

RESUMEN

El artículo analiza las (re)presentaciones históricas de las Hurdes (Extremadura) y de la Guinea española como discursos coloniales sobre poblaciones subalternas y utiliza imágenes de la prensa periódica española de principios del siglo XX para ilustrar las similitudes en el tratamiento de ambas regiones. Un collage de imágenes que va más allá de la representación de la etnicidad africana o de la vida rural española y que problematiza la consideración de ambas poblaciones como imbēcillēs, débiles e impotentes, necesitadas de intervención externa.

Introducción

El análisis del discurso sobre las poblaciones de las Hurdes y la Guinea española a través del uso del collage y del estudio de la (re)presentación de las dos regiones en la prensa gráfica española del primer tercio del siglo XX permite investigar los paralelismos existentes entre ambos aparatos discursivos. El collage de imágenes y discursos que presento en este artículo incluye imágenes de hurdanos y guineanos, así como textos sobre ellos, que aparecen en la prensa como imbēcillēs, poblaciones faltas de cultura y civilización que reciben impotentes la visita de la autoridad.

El uso de la prensa periódica como kleine Archive, un archivo en miniatura (Frank y Podewski Citation2022), complementa el análisis de la pintura, la creación musical y la literatura como ámbitos en los que se afianza la construcción de lo regional como parte sustancial de la configuración de la modernidad (Archilés Cardona Citation2006, 137–146). Así, la región es el locus de significación de un nacionalismo que pretende modernizar España a través de la industrialización, las reformas sociales y la democratización (Muro y Quiroga Citation2005, 16). Como veremos, sin embargo, esa pretensión parece exigir la (re)presentación de determinadas regiones y grupos de población como completamente faltos de capacidad, a la espera de la intervención modernizadora de la autoridad.

Justamente el desarrollo de la prensa periódica, de los medios de comunicación de masas y de la cultura comercial, precedió y permitió innovaciones vanguardistas de dadaístas y surrealistas, como el collage (Banash Citation2004), que servirán para representar lo regional. Al combinar elementos no relacionados o incluso contradictorios, se podía crear un significado nuevo e inesperado. La yuxtaposición de diversos materiales e imágenes ponía de relieve las diferencias entre ellos y desafiaba las nociones convencionales de cohesión artística. Sin embargo, por sí misma, esta técnica no garantizaba un valor ideológico (Drucker Citation1993, 87).

Max Ernst, citado por André Breton, indicaba que el collage implicaba “la transmutation complète, suivie forcément toutes les fois que les conditions seront rendues favorables par les faits donnés: accouplement de deux réalités en apparence inaccouplables sur un plan qui en apparence ne leur convient pas” (la transmutación completa, necesariamente seguida siempre que las condiciones sean favorables por los hechos dados: el acoplamiento de dos realidades aparentemente inacoplables en un plano que aparentemente no les conviene) (Breton Citation1971, 29). A finales de los años 80 de la anterior centuria, James Clifford habló del collage como forma de conocimiento en su libro The Predicament of Culture, donde explicaba cómo la yuxtaposición de elementos que a priori se presentan por separado y se suelen estudiar de manera independiente permite evitar la tentación de entender las diferentes culturas como conjuntos estancos, como unidades autorreferenciales. Según Clifford, una de las aportaciones que el surrealismo podía hacer a la etnografía era justamente esta idea de yuxtaposición de elementos dispares, lo que permitiría a la disciplina recuperar su vocación de política cultural crítica:

Collage brings to the work (here the ethnographic text) elements that continually proclaim their foreignness to the context of presentation … To write ethnographies on the model of collage would be to avoid the portrayal of cultures as organic wholes or as unified, realistic worlds subject to a continuous explanatory discourse. … Surrealism coupled with ethnography recovers its early vocation as critical cultural politics, a vocation lost in later developments. (Citation1988, 146–147)

Se buscaba una subversión de la estética tradicional: alterar las normas artísticas establecidas y desafiar la comprensión convencional del arte. El collage les permitió incorporar objetos e imágenes cotidianas, a menudo considerados vulgares o mundanos, en sus obras, borrando las diferencias entre el alta y la baja cultura. Las teorías dadaístas y surrealistas del collage abrazaron la idea de la diferencia yuxtaponiendo elementos no relacionados que subvertían la estética tradicional, rechazaban el orden establecido y expresaban el absurdo. El collage era un medio a través del cual se podía desafiar el status quo y resaltar las disparidades y el caos de su mundo contemporáneo.

Justamente en esa línea, el antropólogo Nicholas Thomas planteó en 1994 una yuxtaposición interesante, la del discurso sobre África colonial y la del discurso sobre las Hurdes que aparecía en el documental de Luis Buñuel, Las Hurdes, tierra sin pan (rodado en Citation1933 después de que Buñuel leyera el estudio antropológico de Maurice Legendre, Las Jurdes: étude de géographie humaine), en el que el director aragonés planteaba su expedición antropológica desde un enfoque surrealista. Para Thomas en ambos casos encontramos tropos comunes, como la falta absoluta de características positivas (tanto las colonias africanas como la región extremeña se presentan como territorios completamente desprovistos de cualquier atisbo de civilización), la incompetencia de colonizados y campesinos, y su completa falta de voluntad:

Land Without Bread shares both particular tropes and more general structures with colonial discourse. Life in Las Hurdes is deprived of any singular positive characteristics and is instead construed strictly as an impoverished or degraded form of a more civilised existence: hence there are many references to what is absent – bread, ploughs, a cemetery, and so on  …  The similarities between signs for primitive life are less important than an underlying similarity between Buñuel's film and many discourses which deny the self-consciousness and agency of colonised peoples and peasants alike. Land Without Bread offers less a story than a condition of stasis: there is no phase of prior happiness or comparative opulence that has faded into gloom; nor a revolution foreshadowed that will put an end to prevailing misery. (Thomas Citation1994, 31)

Sin embargo, Thomas centra su análisis en el documental de Buñuel, de manera que no acaba de quedar claro qué rasgos comparte el documental con esa noción a la que denomina “discurso colonial” pero que no desarrolla más allá de la incapacidad tanto de la población colonial como de la población rural metropolitana de representarse a sí mismas. Se presentan como poblaciones subalternas que no pueden hablar por sí mismas, que siempre son (re)presentadas por otros. Hablar de capacidad o incapacidad de (re)presentarse implica hablar necesariamente del análisis que Gayatri Spivak llevó a cabo cuando se preguntó si los grupos subalternos podían hablar.

Spivak ya explicó en su momento que la (re)presentación tiene un doble significado: el hecho de que “hablen en lugar de uno” en el ámbito político y de que “presenten a uno” en el mundo del arte o la filosofía (Citation1988, 70), y que el papel del intelectual era estar atento a esta doble representación en ámbitos como la economía global o la geopolítica (que habían implicado la explotación y la dominación coloniales) en lugar de introducir al sujeto individual en la discusión a través de conceptos como el poder o el deseo. Criticaba así las aproximaciones individualistas de Foucault o Deleuze al tema, argumento que compartía con Said, que ya había indicado que la idea foucaultiana de poder, vacía de representación, de significante, le permitía al filósofo francés obviar el papel de la clase social, de la economía o de la resistencia y la rebelión (75). Aunque al final de su ensayo afirma categóricamente que “the subaltern cannot speak” (104), Spivak asume que esa imposibilidad no impide el trabajo historiográfico. A pesar de todas las advertencias sobre los peligros que acechan al investigador, “the subject implied by the texts of insurgency can only serve as a counterpossibility for the narrative sanctions granted to the colonial subject in the dominant groups” (82). Más allá de esta afirmación tan pesimista, cabe pensar que, aunque solamente pueda funcionar como contraposibilidad, dicho sujeto efectivamente puede funcionar como contraposibilidad. Una forma de investigar esa opción es justamente analizando muy seriamente las palabras y los discursos como instrumentos de acción a través de los que se implementa la política: en palabras del historiador y jurista António Manuel Hespanha, eso implica investigar “a formatação e modelação das relações políticas por categorizações previamente disponíveis na ação discursiva” (el formateo y modelación de las relaciones políticas mediante categorizaciones previamente disponibles en la acción discursiva) (Citation2016, 67).

Mientras Spivak se centra en la codificación británica del sati o sutee hindú, una de las categorías jurídicas analizadas por Hespahna en su estudio de la construcción jurídica de los imperios coloniales es la del imbēcillis, aquel que no puede valerse por sí mismo, el débil físico o mental. Tradicionalmente, los ordenamientos jurídicos incluían en ese grupo tanto a niños como a mujeres, así como a aquellas comunidades caracterizadas por su asumida rudeza, incapaces de observar los tecnicismos del derecho letrado, a las que se concedía un privilegio (privilegio rusticorum), materializado en la atribución de un derecho especial que, en la práctica, era una forma de subalternización jurídica (Hespanha Citation2016, 88): subalternos que no pueden (re)presentarse a sí mismos y subalternos sometidos a un ius rusticorum que los convierte en ciudadanos de segunda categoría. Con la expansión colonial, las poblaciones colonizadas se asimilan a los imbēcillēs y también se ven sometidas a una subalternización jurídica que implica que, en su territorio, es de aplicación no solo el derecho metropolitano sino una multitud de normas creadas ad hoc y de normas consuetudinarias que se utilizan para mantener la subordinación de los colonizadosFootnote1.

El discurso colonial sobre las Hurdes y la Guinea española

Las similitudes entre la representación de los dos territorios y sus poblaciones me permiten afirmar que en los dos casos nos hallamos ante operaciones de exclusión e infrahumanización, de imbecilización, que utilizan la legislación, la historia, la geografía y una mirada sesgada de clase social como elementos sobre los que sostener prácticas de infantilización y discriminación. La yuxtaposición de los dos espacios no es aleatoria, sino que se sigue la línea de investigación planteada por estudiosos como Javier García Fernández y David Matías, cuyos trabajos analizan los discursos sobre Andalucía o las Hurdes como discursos coloniales en los que el reino de Castilla ejerció históricamente la función de potencia colonizadora e “infrahumanizó a andaluces, batuecos o hurdanos como haría con las poblaciones locales de las Américas o África” (Matías Citation2016, 168).

En la década de años 50, tanto el letrismo como el situacionismo utilizaron la técnica del détournement (tergiversación). Guy Debord y Gil Wolman explicaron su modo de uso en un texto publicado en 1956 en la revista belga Les Lèvres nues en el que indicaban que “l'interférence de deux mondes sentimentaux, la mise en présence de deux expressions indépendantes, dépassent leurs éléments primitifs pour donner une organisation synthétique d'une efficacité supérieure” (la interferencia de dos mundos sentimentales, la unión de dos expresiones independientes, van más allá de sus elementos primitivos para generar una organización sintética de eficacia superior) (Debord y Wolman Citation1956, 2), de manera que el nuevo trabajo podía adquirir un sentido contrario al original. Para estos letristas, “le détournement … ne peut manquer d’apparaître un puissant instrument culturel au service d’une lutte de classes bien comprise … Voici un réel moyen d’enseignement artistique prolétarien, la première ébauche d’un communisme littéraire” (la tergiversación … no puede dejar de aparecer como un poderoso instrumento cultural al servicio de una lucha de clases bien entendida … He aquí un verdadero medio de educación artística proletaria, el primer boceto de un comunismo literario) (Debord y Wolman Citation1956, 5).

Aprovechando las posibilidades que ofrece esta técnica para pensar las novedades producidas por yuxtaposiciones inesperadas, proponiendo así una variación a partir de elementos previos en los que el nuevo trabajo tiene un significado contrario u opuesto al original, creo que unir los discursos sobre el golfo de Guinea y las Hurdes extremeñas permite, como dirían Debord y Wolman, “changer le sens de ces fragments et truquer de toutes les manières que l'on jugera bonnes ce que les imbéciles s'obstinent à nommer des citations” (cambiar el significado de estos fragmentos y falsificar, de todas las maneras que se consideren adecuadas, lo que los imbéciles se obstinan en llamar citas) (2). En este sentido, es importante recordar que, antes de rodar su documental, en la vida de Buñuel África y Extremadura ya estaban mezcladas, puesto que había recibido el encargo del vizconde de Noailles de filmar una misión etnográfica que iba a viajar en 1931 desde Dakar en el África occidental francesa hasta Yibuti en la Somalia francesaFootnote2. Buñuel rehusó el encargo, pero la historiadora del arte Jordana Mendelson afirma que

although he did not physically accompany the mission to Africa and despite his stated disinterest for tourism, there are repeated moments in Las Hurdes where ethnographic practices and the image of Africa appear as palimpsests over the geography and inhabitants of the region. (Citation1996, 237)

Buñuel no fue el primero en representar las Hurdes como espacio colonial con su mirada modernizadora que negaba la capacidad de la población local. Justamente, la relación de la región extremeña con la expansión colonial castellana forma parte de su historia literaria y mítica. Así, Fernando Rodríguez de la Flor explica que el mito literario de las Hurdes ganó protagonismo en la corte de Madrid durante el Siglo de Oro, el mismo período en el que España estaba expandiendo agresivamente sus intereses coloniales (Citation1989, 16–17), y que esa fama se debe en gran parte a Las Batuecas del duque de Alba, una comedia de Lope de Vega publicada en 1638, que proporcionó en la ficción al duque de Alba lo que Colón le había procurado al rey Fernando en la vida real: “nuevos vasallos y salvajes que cristianar y nuevas tierras en las que erigir la cruz y desterrar la idolatría” (Vega Citation1996, 177). Lope escribió una fábula política en la que los batuecos son bárbaros, aunque españoles genuinos, y en los que Jurde o Batuecas son un mundo nuevo y desconocido y, a la vez, una (breve) reproducción de España, de su historia de pérdida, restauración y expansión (Vega Citation1996, 189). La fábula de las Batuecas es, en la mayor parte de sus manifestaciones y reescrituras, una parábola política. La comedia de Lope vinculaba el hallazgo prodigioso de la comarca de salvajes con una representación de España y de la reparación nacional: la fabulación posterior, incluida la de los textos contemporáneos, prolonga y modifica esa vinculación (Vega Citation1996, 194).

A pesar de los intentos de algunos autores ilustrados por desterrar las fabulaciones sobre las Batuecas, como el de Benito Jerónimo Feijóo en su Teatro crítico universal (1730), la reelaboración del mito batueco se verá enriquecida por nuevas aportaciones facilitadas por las relaciones de viajeros extranjeros a la Península y por obras de ficción que el tema inspiró a escritores europeos. Así, Félicité du Crest, condesa de Genlis, publicó en 1816 Les Battuécas, una obra que pronto se tradujo al inglés (1817) y al español (1826), entre otras lenguas. Mientras la condesa afirmaba que “tout ce qui est dit dans cet ouvrage sur les Battuécas, sur leur origine, leur singulière histoire, leur caractère, leurs mœurs, etc., est exactement vrai. La description de leur mystérieuse vallée est fidèle” (todo lo que se dice en esta obra sobre las Batuecas, sobre su origen, su singular historia, su carácter, sus costumbres, etc., es exactamente cierto. La descripción de su valle misterioso es fiel) (Citation1816, vii), el anónimo traductor al castellano, que se escondía tras las siglas D. A. P., escribía en el prólogo a su versión, que tituló Plácido y Blanca, ó, Las Batuecas, que:

aunque [la autora] supuso en el prólogo que todo cuanto en ella se decía relativo á aquel valle, su origen, historia, carácter y costumbres de sus habitantes era exacto, el público español sabe muy bien que no es cierto. … Prescindiendo pues de la tema [sic] de la autora de dar por hechos históricos en muchas de sus obras de invención, los que no lo son, he creido que seria agradable á los españoles lograr traducirla á nuestra lengua la que presento. (Genlis Citation1826 v, viii–ix)

Así pues, se asume la falsedad del discurso, pero se sigue propagando a lo largo del tiempo mediante su inclusión en obras tanto españolas de gran difusión, como el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz, como en obras extranjeras, el citado estudio de Maurice Legendre, por ejemplo, o en revistas científicas como Le Tour du monde: Journal des voyages et des voyageurs, hasta llegar a la prensa gráfica española del primer tercio del siglo XX.

El discurso mítico se produjo no solo en España sino también en el extranjero. Algo parecido se puede decir sobre el discurso colonial sobre la Guinea española. Tiene su origen en las referencias de los primeros marinos europeos que llegaron al golfo de Guinea (Tofiño Citation2021, 155–160) y se difunde a lo largo de los siglos mediante multitud de estudios, artículos científicos y textos literariosFootnote3, y se plasma también en la prensa gráfica, donde contribuye a mantener la imagen de retraso e imbecilidad de la población colonizada entre el público lector occidental. Durante el siglo XIX, la prensa francesa no duda en afirmar que “dire de quelqu’un: Es un Batueco, ou bien Se ha criado en las Batuecas, c’est le mettre au même rang qu’un Cafre ou qu'un Hottentot” (decir de alguien que es un batueco o que se ha criado en las Batuecas es colocarlo al nivel de un cafre o de un hotentote) (Davillier y Doré Citation1872, 339). Esta comparación peyorativa entre la población hurdana y la población africana se va a utilizar también en la prensa española del primer tercio del siglo XX, que no duda en comparar a la región extremeña con el África menos europeizada y, en algún caso, llega a afirmar que los africanos están más avanzados que los hurdanos:

El territorio de las Hurdes, en la región de Extremadura, parece que hubiera estado siempre cerrado por murallas infranqueables. La vida allí se quedó detenida en muchos siglos atrás. Cualquiera de las tribus del norte de África –aun las más hostiles a la influencia de nuestra civilización en sus costumbres– vive más identificada con la cultura y los progresos materiales de la sociedad europea que estas aldeas de las Hurdes comprendidas en los límites peninsulares de la España de 1900. (Sagrario Citation1931, 26)

Desde un punto de vista jurídico también se puede establecer un paralelismo entre los dos territorios. Las Hurdes era una comarca sometida al expolio económico y jurídico de La Alberca desde 1298, momento en el que la villa extremeña de Granada o Granadilla (hoy expropiada y abandonada por su carácter de zona inundable) donó las dehesas de Batuecas y Jurde al vecino concejo de La Alberca sin contrapartida, por lo que este podía disponer de las tierras hurdanas sin restricciones y a su antojo. Las escrituras regulaban a favor de La Alberca la explotación de la caza, la apicultura, la ganadería, la pesca y la tala de árboles en la también conocida como dehesa de Jara, y prescribían multas contra los infractores (Matías Citation2016, 166). No fue hasta 1823 cuando Diego Muñoz-Torrero inició los trámites para abolir las visitas con que La Alberca materializó su dominio sobre los valles hurdanos. Una vez al año, el alcalde, el escribano y el alguacil de la villa obligaban al alcalde de cada concejo hurdano a guiarles por el mismo, donde imponían fuertes multas por cada descuajo que encontraban, es decir, por cada porción de tierra de la que los hurdanos hubieran arrancado árboles y arbustos con intención de roturarla y cultivarla. En 1835, por fin, se formalizaría la anulación de los ordenamientos municipales que habían legitimado las visitas. Tras la derogación de tales leyes, el antiguo régimen feudal se transformó en una nueva relación marcada por la usura: los mejores huertos, ganados a la vega de los ríos, continuaban en manos de los albercanos, quienes se los cedían a los hurdanos a cambio de rentas desproporcionadas (Matías Citation2016, 168).

Operaciones muy parecidas se pueden encontrar en la regulación jurídica de la propiedad en los territorios españoles del golfo de Guinea, cuyos habitantes se vieron desprovistos del control de la tierra y sometidos a la explotación de misioneros y finqueros. Desde la creación del Patronato de Indígenas en 1904 hasta su desaparición en 1960 (momento en que parte de sus funciones serían asumidas por las diputaciones provinciales) se mantuvo un sistema de clasificación jurídica cuyo fin era la segregación de la población colonizada en función, supuestamente, del grado de interiorización de la cultura y formas de vida “españolas”. Dentro de este entramado los emancipados eran nativos “civilizados” con supuestos derechos de ciudadanía que, por su estatus, gozaban de ciertos privilegios dentro del entramado colonial. Por el contrario, los no emancipados, la inmensa mayoría de la población, se consideraban incapacitados a nivel jurídico al no disponer, según el criterio señalado, de una asimilación suficiente como para asumir los derechos y deberes de los españoles, entre otros, enajenar bienes inmuebles, constituir derechos reales sobre su propiedad o contraer obligaciones cuya cuantía fuera superior a mil pesetasFootnote4.

Por otro lado, ambos territorios, alejados de los centros de poder, se consideraron como posibles sedes para el establecimiento de colonias penitenciarias. A finales del siglo XIX, varios juristas publicaron estudios sobre la posibilidad de establecer colonias penitenciarias en el golfo de Guinea (Tofiño Citation2021, 153–154) y, durante la Segunda República, el gobierno llegó a plantear la posibilidad de establecer una en la isla de Annobón (Heraldo de Madrid Citation1935, 15). Aunque nunca se llevó a cabo tal proyecto, a lo largo de su historia, la isla de Fernando Poo sí que fue el destino de desterrados por sus ideas políticas, como los independentistas cubanos que llegaron a la isla a mediados del siglo XIX (Sampedro Citation2020; Sundiata Citation1996; Tofiño Citation2019) o los anarquistas catalanes desterrados por su participación en los Fets de Figols, una revuelta que tuvo lugar en el Berguedà en 1932 (Tofiño Citation2021, 245–246). De la misma manera, la Gaceta jurídica de guerra y marina publicó en 1914 un artículo que indicaba que

ha llegado el momento de pensar en la conveniencia de establecer para los penados el trabajo agrícola y sus anexos en nuestras posesiones de África y en algunas regiones de la Península (como las Hurdes), cuyo trabajo, organizado debidamente, podría constituir un provecho no despreciable para la Metrópoli y un elemento de civilización para la colonia. (Cacho Citation1914, 121)

Como ocurrió en el caso africano, nunca se llegó a crear esa colonia penitenciaria agrícola, pero sí que se envió a las Hurdes al fundador del Partido Nacionalista Español, de extrema derecha, José María Albiñana, que, como habían hecho los deportados cubanos a Fernando Poo, publicó unas memorias en las que relataba su destierro: Confinado en Las Hurdes: Una víctima de la Inquisición republicana (Citation1933). La prensa republicana estableció entonces un paralelismo entre las dos regiones; si durante la monarquía las autoridades podían deportar a su antojo a quien quisieran a la Guinea, con la República los destierros se llevaban a cabo con autorización parlamentaria:

Un periódico se lamenta de que el Gobierno haya enviado a las Hurdes a un perturbador. Verdaderamente es intolerable que un ministro apoyado en una ley, haga cumplir el deseo defensivo expresado por las Cortes, que después de todo no representan más que la voluntad de la nación. El procedimiento de antes era más sencillo. No hacía falta estar autorizados por una ley para llevar adonde se quisiera a un ciudadano. Sólo un requisito era preciso: que el que quisiera hacer algo, de esto fuera ministro, fuera como fuera. Aunque no tuviese Parlamento que le fiscalizase, ni prensa que recogiera sus desmanes. … Y en aquella época no faltaba quien pidiese el envío a Guinea de los españoles honrados. Como ahora no falta quien diga que en las Hurdes están mal hasta los que injurian a la República y a sus hombres. Peor estaríamos en la República si consintiéramos que prosperasen en ella los pistoleros de antaño. Además que, en último término, las Hurdes no están tan lejos como Guinea, a la que el confinado tuvo siempre especial predilección. (“Aún no es la Guinea” Citation1932, 3)

Los deportados cubanos a Fernando Poo no se preocuparon excesivamente por la población de la isla. De la misma manera, Albiñana no se interesa demasiado por la situación de los hurdanos y dedica más texto a criticar a las autoridades que le han desterrado que a ocuparse verdaderamente del espacio en el que le había tocado vivir.

Las Hurdes y la Guinea española en la prensa gráfica

A principios del siglo XX, la prensa gráfica experimenta en España un crecimiento inusitado, provocado por la llegada de nuevas tecnologías que permitían imprimir fotografías de alta calidad a precios asequibles para las clases medias y por la influencia de revistas extranjeras que habían visto nacer un nuevo género, el fotoperiodismo. Así, revistas tradicionales como La ilustración española y americana tuvieron que competir con nuevas cabeceras más modernas que acabaron por copar el mercado. El golpe de Estado de 1936 y los tres años de guerra que le siguieron supusieron el fin de la mayoría de ellas, que no sobrevivieron en la España franquista: falta de papel para imprimir y sobrada de censura.

La evolución de la presencia española en el golfo de Guinea se vio reflejada en la prensa gráfica. Así, la isla de Fernando Poo ocupó la mayoría de los reportajes dedicados a la colonia y solo a partir de los años 20 empezaron a aparecer referencias al pueblo fang (pamúes en la terminología colonial) del territorio continental. Esta diferencia tiene su origen en la evolución de la presencia española en el golfo de Guinea. Mientras que las islas de Fernando Poo y Annobón estaban bajo dominio español desde finales del siglo XVIII (aunque no se colonizaran efectivamente hasta mediados del siglo XIX), los límites del territorio continental ocupado por España no se fijaron hasta 1901 tras la firma del Tratado de París, que fijaba los límites de las posesiones de España y Francia en la costa del Sáhara y en la del golfo de Guinea.

Al igual que ocurría con la literatura colonial impresa en forma de libro, los reportajes sobre Guinea pasaron por diferentes etapas. Si primero se muestran los viajes de diversos exploradores, más tarde se publican artículos y fotografías de propagandistas coloniales como Juan Bravo Carbonell o Julio Arija Martínez de Espinosa; tan solo en los años 30 podemos empezar a encontrar algún atisbo de voces africanas, personificadas en los hijos de la burguesía fernandina que empezaban a llegar a la Península para realizar sus estudiosFootnote5.

Siguiendo con el análisis de los paralelismos entre los discursos relativos a las dos regiones, no es difícil encontrar la contraposición binaria entre un nosotros moderno y civilizado, y un ellos atemporal y ahistórico, desprovisto de toda civilización. La Guinea española era considerada un espacio físico inhóspito; la población autóctona de la isla de Fernando Poo, la etnia bubi, un grupo de vagos que se negaban a trabajar para los europeos (algo que se puede ver hoy como una inteligente estrategia de resistencia a la colonización), y la etnia fang, la población de Río Muni, la región continental de la colonia, un grupo de peligrosos antropófagos. Por su parte, los hurdanos son descritos como perfectos imbēcillēs, que “no sabían escribir. Ni leer. Ni casi hablar. Muchos sólo balbuceaban extraños vocablos, sin sentido para los forasteros” (Sagrario Citation1931, 26), primero como caníbales y más tarde como perezosos resignados a su suerte:

Si les Jurdanos ne sont pas des brigands, des polygames, des incendiaires, des anthropophages comme on l'a prétendu, ils n'en sont pas moins invraisemblablement sauvages et incultes. Ils sont naïfs et paresseux: depuis tant de générations ils sont misérables et résignés, et ne cherchent pas à réagir (Si los hurdanos no son bandoleros, polígamos, incendiarios y caníbales, como se ha alegado, no son menos inverosímilmente salvajes e incultos. Son ingenuos y perezosos: han sido miserables y resignados durante generaciones y no tratan de reaccionar). (See Citation1906, 602)

Si la francesa Anna See hablaba de su viaje a las Hurdes como de un viaje al pasado e incluso se sentía “transportée dans une región inexplorée de l’Afrique centrale” (transportada a una región inexplorada del África central) (Citation1906, 613), el periodista y escritor granadino Julio Romano (seudónimo de Hipólito González y Rodríguez de la Peña) afirma sin vacilar en una crónica de 1931 que “hasta hace poco el hurdano no conocía la rueda” y “no cocía pan, ni sabía lo que era un carro” (1931). Puede que, efectivamente, no se cociera pan en la región, pues el doctor Albiñana habla en sus memorias de un “pan negro y duro, que llega de tarde en tarde … un lastre de hormigón que agrava la función digestiva” (Albiñana Citation1933, 163), pero llegar a afirmar que no había ruedas en la región resulta un tanto exagerado. En cualquier caso, la falta de pan como metáfora se utiliza como imagen del atraso social de la región: si no hay pan, no hay civilización, ni en las Hurdes ni, por supuesto, en África.

En la línea de menosprecio absoluto de los habitantes autóctonos de los territorios descritos, muy habitual en los textos coloniales sobre la Guinea española, Julio Romano considera que “el hurdano carece de sentido moral. Algunos tienen hasta tres mujeres y viven sin remordimientos ni disturbios ‘conyugales’ en ese estado de poligamia” (1931). El mismo autor no dudará en utilizar el tópico de la supuesta antropofagia de los africanos en su biografía novelada de los exploradores Enrique d'Almonte (1858–1917) y Cristóbal Benítez (1856–1924), publicada en 1950 por el IDEA, el Instituto de Estudios Africanos, el organismo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas dedicado al estudio de las colonias españolas en África (Romano Citation1950, 87):

El padre de una negrita se me quejó de que un joven negro se había llevado a su hija y no se la había pagado. El mozo, que no había cumplido su contrato con el suegro, era un gigante de dos metros de altura, de labios como dobleces y de ojos encarnizados.

Le amenacé.
–Tienes que pagar, o devolverle su hija al viejo.
–No puedo.
–¿Por qué?
–Me la he comido.
Una de las características habituales del discurso colonial es la descripción de la supuesta sexualidad desenfrenada de los africanos (Tofiño Citation2021, 468), que se manifiesta, por ejemplo, en su forma de bailar. En la literatura sobre la Guinea española se pueden encontrar multitud de ejemplos de descripciones de bailes africanos, que se consideran lúbricos, salvajes y desenfrenados. Una de las obsesiones de los misioneros católicos era acabar con la poligamia y conseguir que los habitantes de la colonia celebraran matrimonios canónicos monógamos; sin embargo, tal celebración no impedía, evidentemente, que se establecieran otras relaciones conyugales. En el caso de las Hurdes, son abundantes en la prensa de la época las referencias a la poligamia de sus habitantes; un artículo en la revista Estampa de 1929 narra la historia de Valentín Domínguez Veloz, a quien “llaman ‘el Sultán’ precisamente por eso: porque tiene varias mujeres” (Arcelu Citation1929). Supuestamente llegó a tener tres mujeres, la primera murió y, en el momento de la visita del periodista, solo eran dos, Francisca y Juana, que posaron orgullosas junto a su marido y su hijo (ver la ). Más tarde, en un artículo de la revista Mundo gráfico, Julio Romano considera que la práctica de la poligamia “ya se ha extirpado” (Romano Citation1931).

Otro elemento en el que coindicen el discurso colonial sobre la Guinea española y el discurso sobre las Hurdes es la denuncia del elevado consumo de alcohol por parte de la población, sin tomar en consideración las posibles causas de ese consumo excesivo o los canales de distribución de las bebidas espirituosas. En el caso de Extremadura se indica que “el hurdano se entrega al alcohol con frenesí. Esto es algo que hay que combatir” (Romano Citation1931); en el caso de Guinea la denuncia del alcoholismo de la población local es una constante en la literatura colonial, pero esconde el hecho de que fueron justamente los europeos llegados al golfo de Guinea los principales suministradores de licores de alta graduación a la población africana:

The arrival of the Europeans also meant the arrival of drugs. While the people of the region had alcoholic drinks already (probably palm wine), these were consumed collectively and in festive and ritual occasions. … European products (rum first, later gin and wine) created a strong dependency on beverages of high alcoholic content and favored the spread of individual consumption and alcoholism. Already in the late seventeenth century, Africans were consuming considerable amounts of imported alcohol. (González-Ruibal, Picornell Gelabert, y Sánchez-Elipe Citation2016, 187)Footnote6

En ambos casos, extremeño y guineano, hallamos la descripción antropológica, “científica”, de bailes y vestimenta (Tofiño Citation2021, 167–168) y la idea de un “espacio anacrónico”, un espacio geográfico prehistórico, atávico e irracional, fuera de lugar en el mundo moderno, de manera que “imperial progress across the space of empire is figured as a journey backward in time to an anachronistic moment of prehistory” (McClintock Citation1995, 40). Sin embargo, en el caso de las Hurdes no se puede hablar de la simultánea atracción y repulsión que provocaban los cuerpos africanos en los colonizadores europeos, una inquietud que llevó a la creación de un imaginario pornotropical, “a fantastic magic lantern of the mind onto which Europe projected its forbidden sexual desires and fears” (McClintock Citation1995, 22). A pesar de las similitudes en el trato de una y otra región en la literatura científica y en la prensa finisecular, en el fondo hay diferencia fundamental entre extremeños y africanos. Los hurdanos no dejaban de ser europeos blancos mientras que los guineanos no lo eran.

Figura 1. “Valentín Domínguez Veloz; sus mujeres, Francisca y Juana, y su hijo Patricio, de catorce meses” (Estampa, 3 septiembre 1929). © César Benítez Casaux. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 1. “Valentín Domínguez Veloz; sus mujeres, Francisca y Juana, y su hijo Patricio, de catorce meses” (Estampa, 3 septiembre 1929). © César Benítez Casaux. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Un ejemplo que puede servir como caso de estudio para comparar la imagen de los dos territorios es el tratamiento que hizo la revista La esfera de las visitas del rey Alfonso XIII a las Hurdes en 1922 y del gobernador general de los Territorios españoles del golfo de Guinea Miguel Núñez de Prado a la Guinea continental en 1926. La teoría postcolonial ha mostrado la importancia de problematizar la mirada, que en un contexto colonial se convierte en “an unequally constituted right to scrutinize, to represent what is gazed at, and, if judged necessary, to intervene and alter the object of the gaze” (Ram Citation2018, 1). Así, “to be in a colonial relationship with European states was to be consigned to past history, awaiting outside intervention to bring about progress” (Ram Citation2018, 2), justamente lo que ocurría con la comarca extremeña o con el territorio continental de Guinea, considerados como espacios necesitados de una intervención exterior que los modernizara y les proporcionara civilización y progreso.

Alfonso de Borbón y de Habsburgo-Lorena, Alfonso XIII, visitó las Hurdes en junio de 1922, un gesto que repitieron su nieto Juan Carlos de Borbón y Borbón en 1998 y su biznieto Felipe de Borbón y Grecia en 2022. Todas las visitas fueron ampliamente difundidas en la prensa de cada momento, desde La esfera de los años 20 hasta el Hola de 2022. Por su parte, el general de brigada Miguel Núñez de Prado y Susbiela, gobernador general de Guinea entre 1925 y 1931, llegó a la colonia en febrero de 1926, dotado con un presupuesto extraordinario para poder completar la ocupación interior de la región de Río Muni. Una de sus primeras acciones fue recorrer los territorios de la Guinea continental, viaje que recoge el reportaje de La esfera. ⁣Resulta destacable la presencia de fotógrafos en el séquito de ambos mandatarios. Al rey de España le acompañó José Demaría Vázquez, conocido como Pepe Campúa, reportero gráfico de reconocido prestigio en la época, muy vinculado a la Casa Real desde el viaje a las Hurdes. El gobernador de Guinea viajó con el periodista Julio Arija Martínez, un personaje importante en la vida de la colonia durante los años 20 y 30, fundador del periódico El heraldo colonial y propagandista colonial a través de libros como La Guinea española y sus riquezas (Citation1930). No es baladí la presencia de reporteros gráficos en los viajes: la profusión de imágenes plasmaba la mirada colonial y mostraba las bondades del poder, que se desplazaba personalmente para preocuparse por la situación de la población atrasada y falta de civilización y recursos.

En realidad, ambos viajes eran operaciones de propaganda política. El viaje metropolitano tuvo como objetivo principal distraer a la opinión pública de las responsabilidades de la monarquía en Marruecos, muy en particular en la batalla de Annual, cuyo debate parlamentario esperaba al monarca a la vuelta de las Hurdes (Ibarz Citation2000, 13). La fotografía mostraba y escondía. Escondía las razones del viaje alfonsino y de su reinado atroz y escondía las otras Hurdes, la miseria de los años 20 en tantas zonas de la Península, no solo en las rurales sino también en el corazón mismo de las modernas ciudades (Ibarz Citation2000, 14). En el caso del viaje colonial, se pretendía promocionar la colonización guineana, a la que el gobierno de Primo de Rivera había destinado veintidós millones de pesetas (Plasencia Citation2017, 59), a la vez que se escondía la violencia de la intervención armada, denominada “pacificación”. Posteriormente, las fotografías que realizó Arija en su expedición con Núñez de Prado le sirvieron para fundamentar su demanda de subvención para la publicación de unos Estudios coloniales que vieron la luz en 1930 y fueron utilizados como postales con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929 (Plasencia Citation2017, 309)Footnote7.

Es sorprendente el paralelismo entre el reportaje fotográfico dedicado a las Hurdes y el dedicado a la Guinea española. En los dos casos encontramos imágenes del protagonista, de la comitiva y de las poblaciones que se visitan. El personaje principal, monarca o gobernador, y su séquito, vestido con pantalones bombachos y botas altas, aparecen rodeados de la población local, acicalada para la ocasión con sus mejores galas: pañuelos blancos sobre los hombros o la cabeza en el caso de las hurdanas (ver la ), sombreros y pañuelos sobre la cabeza e incluso algún traje europeo en el caso de los guineanos (ver la ). El mandatario es el centro de la composición, quien, envuelto de una multitud, departe con quienes se le acercan.

Figura 2. “El Rey Don Alfonso XIII repartiendo socorros en una alquería hurdana, que visitó recientemente con el propósito de estudiar los medios de mejorar la triste situación de aquellos infelices ciudadanos españoles” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 2. “El Rey Don Alfonso XIII repartiendo socorros en una alquería hurdana, que visitó recientemente con el propósito de estudiar los medios de mejorar la triste situación de aquellos infelices ciudadanos españoles” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 3. “El general Núñez de Prado hablando con los indígenas de un poblado” (La esfera, 21 agosto 1926). © Julio Arija. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 3. “El general Núñez de Prado hablando con los indígenas de un poblado” (La esfera, 21 agosto 1926). © Julio Arija. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Otra imagen paralela es la perspectiva de las poblaciones visitadas, mostrada de forma prácticamente idéntica. Montaña al fondo de la fotografía y un abigarrado conjunto de viviendas en primer plano. Aunque la vegetación extremeña no coincide con la vegetación guineana, más allá de la presencia de plantas tropicales o de sotobosque, en ambos casos se muestra el contraste entre el segundo plano que actúa como telón de fondo y un primer plano formado por un conjunto abigarrado de casas o cabañas que parecen querer mostrar el hacinamiento y las malas condiciones de vida de la población (ver las y ).

Figura 4. “Paisaje de las Hurdes” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 4. “Paisaje de las Hurdes” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 5. “Aspecto de un poblado pamúe de la frontera este, recorrida por la expedición gubernativa” (La esfera, 21 agosto 1926). © Julio Arija. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 5. “Aspecto de un poblado pamúe de la frontera este, recorrida por la expedición gubernativa” (La esfera, 21 agosto 1926). © Julio Arija. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Finalmente, una tercera coincidencia se encuentra en la presentación del representante del Estado como figura que parece poner orden al desconcierto provocado por su presencia, protegido por las fuerzas del orden (una pareja de la Guardia Civil en el caso extremeño o algunos miembros de la Guardia Colonial en el caso guineano). Tanto Alfonso XIII (ver la ) como Miguel Núñez de Prado (ver la ) aparecen en el centro de la imagen con el brazo izquierdo extendido mientras se dirigen a la población que se acumula a su alrededor. El poder personificado en el rey o el gobernador se presenta en un espacio hostil y su presencia genera expectación y curiosidad, un cierto caos, que ambos mandatarios resuelven con gesto vigoroso. Los anfitriones no reciben al visitante en igualdad de condiciones; no hay una relación igualitaria entre el mandatario, personaje aislado, aunque rodeado de su séquito, y la población local, múltiple y desordenada. Se trata de una relación más propia del Antiguo Régimen que de una sociedad moderna, en la que, el cuerpo del rey del que hablara Foucault, presenta una “étrange présence matérielle et mythique” y una “force que lui-même déploie ou qu'il transmet à quelques-uns” (extraña presencia material y mítica; fuerza que él mismo despliega o que transmite a algunos) (Foucault Citation1975, 210).

Figura 6. “El Rey organizando la distribución de dinero y medicamentos en una alquería hurdana” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 6. “El Rey organizando la distribución de dinero y medicamentos en una alquería hurdana” (La esfera, 8 julio 1922). © Pepe Campúa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Este desequilibrio impide cualquier diálogo, cualquier negociación; se recibe al visitante como a una aparición, que interrumpe la cotidianeidad y que en breve desaparecerá sin dejar más rastro de su presencia que el recuerdo de su visita, que sirvió para personificar la dominación del Estado sobre un determinado territorio y poco más. Efectivamente, las visitas de los representantes del Estado no sirvieron para mejorar las condiciones de vida de hurdanos o guineanos. En 1931, diez años después de la visita de Alfonso XIII, el semanario Mundo gráfico hablaba de “los ocho mil compatriotas que viven pegados a los breñales hurdanos, víctimas de la miseria moral y fisiológica” y comparaba su situación con las supuestas inversiones que el Estado español había realizado en Marruecos:

España volcaba su bolsa áurea sobre las tierras africanas para incorporar al cortejo civilizado a las tribus bárbaras, y dejaba a sus hermanos en la orfandad y el abandono más inicuo. Como en Homero, el Dios prolífico, bienhechor y paternal del Estado, pasaba por Las Hurdes embozado en una nube para vaciar su aljaba en Marruecos. (Romano Citation1931)

En Guinea, mientras tanto, la situación de la población local empeoró sustancialmente con la llegada del gobernador Núñez de Prado. La política de atracción pacífica de anteriores gobernadores, como Ángel Barrera, se vio sustituida por el sometimiento militar de la zona continental, donde el uso de la violencia contra los fang alcanzó niveles nunca vistos antes, como en el caso del genocidio de los osumu a manos del temido teniente de la Guardia Colonial Julián AyalaFootnote8. En la zona continental empezaron a explotarse la madera y el café, que se añadieron al cacao como productos de extractivismo colonial, lo que provocó la deforestación de la zona y la expansión de enfermedades como el paludismo, todavía hoy muy frecuente en Guinea (Plasencia Citation2017, 59). La explotación del continente y la contratación de los fang repercutió en la mano de obra de Fernando Poo: con una población bubi muy mermada, la economía de la isla empezó a depender de los braceros importados. A partir de 1926, cuando se consuma la colonización del continente, el trabajo forzado se extiende para los fang; llegó a haber 4.000 trabajando sin salario para obras públicas (Martino Citation2012, 45).

Otras miradas, otras imágenes, otras (re)presentaciones

Aunque las estrategias de la visualidad colonial estaban en gran medida orientadas al establecimiento de dicotomías (blanco-negro, cristiano-infiel, ciudadano-súbdito, colonizador-colonizado) y al silenciamiento de toda agencia que no proviniera del hombre blanco colonizador (Plasencia Citation2017, 293), resulta interesante intentar ir más allá de esas categorías y colocar piezas aparentemente dispares en una suerte de collage que muestra las similitudes entre situaciones que a primera vista no comparten demasiados elementos. En la línea de lo que plantea David Cannadine en Ornamentalism (Citation2001), se puede entender que “there were other ways of seeing the empire than in the oversimplified categories of black and white with which we are so preoccupied” (125). Para superar esa simplificación, hemos visto cómo el collage permite yuxtaponer dos casos aparentemente dispares (el hurdano y el guineano) y mostrar sus similitudes. Si utilizamos la terminología de Luis Calvo Calvo, en ambos casos nos encontramos con imágenes exóticas, endo-exóticas o exo-exóticas: las primeras, pintorescas o costumbristas, antropobiológicas, policiales y documentales, retratan a los grupos sociales más desfavorecidos, “incluidos en el término ‘cultura popular’” (Calvo Calvo Citation1998, 124); las segundas, coloniales o misionales, alejadas del ámbito metropolitano, servían

para justificar la naturaleza biológica de la cultura y, en la mayoría de los casos, del subdesarrollo de los pueblos colonizados y, por lo tanto, de la necesidad de tutelarlos, así como de guiarlos en su camino hacia el progreso. (Calvo Calvo Citation1998, 128)

Sin embargo, cabe señalar que hay más paralelismos entre la representación de los hurdanos en los años 20 y la representación de determinados guineanos (aquellos que se consideran “semisalvajes” o “semicivilizados”) que entre la representación de estos y la de la denominada burguesía fernandina de la isla de Fernando Poo. A lo largo de los años 20 y 30 aparecieron en la prensa gráfica referencias a los principales fernandinos de la época, como Walter Dougan o Wilfred Jones, en publicaciones como Alrededor del mundo (del 28 octubre 1932) o Ahora (del 21 octubre 1932), pero fue Estampa la que dedicó diferentes reportajes a los hijos de los fernandinos que estudiaban en la Península. El primero fue el dedicado a Teófilo Jorge Dougan Kinson, “el primer abogado negro de España” (Benavides Citation1930), que se licenció en Derecho en la Universitat de Barcelona en 1930, momento al que la revista le dedica página y media, en las que Dougan Kinson aparece elegantemente vestido con traje, corbata y bombín, paseando con el autor del reportaje (ver la ).

Figura 7. “Jorge Dougan con el civilista barcelonés D. Enrique Ibarz y nuestro colaborador José D. Benavides” (Estampa, 11 marzo 1930). © Josep Badosa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 7. “Jorge Dougan con el civilista barcelonés D. Enrique Ibarz y nuestro colaborador José D. Benavides” (Estampa, 11 marzo 1930). © Josep Badosa. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

La revista Estampa dedicó un segundo reportaje a estudiantes fernandinos en julio de 1935 y entrevistó a las jóvenes Victoria Ivina Bondjale y Gertrudis Davies De Granje (Júcar Citation1935), que estudiaron Medicina y Farmacia en Valencia, aunque parece que no terminaron la carrera en España. Victoria era en realidad una ndowé cuya familia procedía de Handje, en el distrito de Río Benito, que más tarde contrajo matrimonio con el fernandino Adolfo Jones (Dyombe Dyangani Citation2008, 45–46), mientras que Gertrudis era fernandina, prima de Richard Barleycorn, descendiente de William Napoleon Barleycorn (1848–1925), fernandino de ascendencia igbo. En las fotografías aparecen también elegantemente vestidas, a la europea, con su primo y el matrimonio que se iba a ocupar de ellas durante su estancia en Valencia (ver ).

Figura 8. “Victoria Ibina y Gertrudis Davis, con su primo don Ricardo Barleykon [sic], estudiante de medicina, en el patio de la Universidad de Valencia. Hijas de dos familias riquísimas de Fernando Poo, estas dos muchachas estudian dos carreras, por las que sienten verdadera vocación: medicina y farmacia” (Estampa, 20 julio 1935). © Lázaro. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Figura 8. “Victoria Ibina y Gertrudis Davis, con su primo don Ricardo Barleykon [sic], estudiante de medicina, en el patio de la Universidad de Valencia. Hijas de dos familias riquísimas de Fernando Poo, estas dos muchachas estudian dos carreras, por las que sienten verdadera vocación: medicina y farmacia” (Estampa, 20 julio 1935). © Lázaro. Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

También en el caso hurdano es posible encontrar representaciones menos exóticas de la población local y de sus costumbres. Antes de la llegada de Alfonso XIII y del documental de Luis Buñuel, el periodista y escritor Marcos Rafael Blanco Belmonte había publicado Por la España desconocida: Notas de una excursión a La Alberca, Las Jurdes, Batuecas y Peña de Francia (Citation1911), con imágenes del fotógrafo Venancio Gombau. El texto pretendía acabar con los estereotipos sobre la comarca y abordaba temas como la supuesta ausencia de pan –“hoy, aun cuando con escasez, porque somos pobres, tenemos el pan nuestro” (Blanco Belmonte Citation1911, 36)–, las muertes por inanición –“en las Jurdes se vive mal, muy mal, pero es raro que alguien muera de hambre” (Blanco Belmonte Citation1911, 44)– o la antropofagia de los hurdanos: “los que han calificado a los jurdanos de salvajes, casi de antropófagos y de mendigos profesionales, ignoraban la bondad de corazón que se revela en todos los actos de los parias de Las Jurdes” (Blanco Belmonte Citation1911, 45).

Las imágenes de Gombau mostraban gente humilde, pero digna, como los labriegos de Fragosa en el día de la fiesta del Cristo (ver la ). Mucho más amables, tiernas incluso, son las fotografías tomadas por la estadounidense Ruth Matilda Anderson en 1928. Como ocurrió con otras de sus compañeras, el filántropo Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of America de Nueva York, donde Anderson trabajaba, la envió a España con la intención de crear un archivo fotográfico que documentara las costumbres, la cultura y el arte españoles y contribuyera al desarrollo de la investigación. La fotografía de Anderson se caracteriza por su capacidad de empatía con los protagonistas retratados, lo que tendría su origen en sus raíces personales: su infancia y adolescencia en una Nebraska pobre y poco mecanizada la habrían preparado para la España rural y vernácula que debía ilustrar (Pena Castro Citation2020, 91). Anderson muestra a las mujeres como sujetos y agentes sociales, en roles activos como trabajadoras, gestoras de capital y competentes en la toma de decisiones. Son representaciones visuales que significan y alteran la percepción de los estereotipos de género al caracterizar la participación femenina tanto en los denominados trabajos domésticos o reproductivos como en los productivos (Pena Castro Citation2020, 95).

Figura 9. “El vecindario de Fragosa en el día de la fiesta del Cristo” (Blanco Belmonte Citation1911, 67) © Venancio Gombau.

Figura 9. “El vecindario de Fragosa en el día de la fiesta del Cristo” (Blanco Belmonte Citation1911, 67) © Venancio Gombau.

Así, cuando retrata la confección de alpargatas en la calle (ver la ), muestra tanto a un niño como a una niña, dignamente vestidos, dedicados a la labor artesanal. Se produce, por tanto, una ruptura de la imagen generalizada de lo femenino y lo masculino (Pena Castro Citation2020, 95) y, también, un alejamiento del estereotipo del hurdano como una persona desprovista de recursos, abandonada a su suerte. Anderson recoge esta dignidad en sus notas de trabajo, que complementan las imágenes tomadas para la Hispanic Society. Al hablar de las mujeres de las Hurdes, se fija en su peinado y en su vestimenta, que refleja una cultura alejada de la imbēcillitās que les atribuyen la mayoría de las fuentes:

Many hurdanas that we saw contrived to look as neat as any of their kind in any other districts. … At the priest’s house where we Iodged at Casares, the trim little maid seemed richly clad in a blouse of black velveteen and a red flannel skirt. (Lenaghan Citation2004, 269)

Figura 10. “Niños haciendo alpargatas”, Casares de Hurdes (Lenaghan Citation2004, 157) © Ruth Matilda Anderson, The Hispanic Society of America. Museo extremeño e iberoamericano de arte contemporáneo.

Figura 10. “Niños haciendo alpargatas”, Casares de Hurdes (Lenaghan Citation2004, 157) © Ruth Matilda Anderson, The Hispanic Society of America. Museo extremeño e iberoamericano de arte contemporáneo.

Consideraciones finales

A pesar de su (re)presentación subalternizada, los hurdanos se atrevieron a reclamar la dignidad que les negaba las imágenes de la prensa: “Déjense de retratos, que ya es mucho traelnos y llevalnos [sic] a los jurdanos  …  ¡Ni que fuámos [sic] bichos! Los jurdanos semos [sic] personas como las demás” (citado en Arcelu Citation1929). En el caso de la Guinea continental, los fang, que durante mucho tiempo habían resistido ferozmente a las acciones militares de alemanes, franceses y españoles, prácticamente no combatieron a las fuerzas coloniales: se habían visto afectados por una terrible hambruna y por una oleada de migraciones masivas que habían debilitado su cohesión social. Durante el mandato de Núñez de Prado, los reclutadores de la Cámara Agrícola de Fernando Poo, auxiliados por los mandos de la Guardia Colonial, se lanzaron a una auténtica caza del hombre y con ello pudieron enviar a 14.000 fang a la isla. Aunque oficialmente eran voluntarios, en realidad, en su mayoría fueron forzados a trabajar en las plantaciones de cacao (Nerín Citation2011, 36–37).

En este collage détourné de imágenes y discursos que he analizado, hallamos imágenes exóticas, interiores y exteriores, de hurdanos y guineanos, poblaciones subalternas que aparecen en la prensa como imbēcillēs, faltas de cultura y civilización, que reciben impotentes la visita de la autoridad. La mirada del poder menosprecia e infravalora al pobre, sea metropolitano o colonial. Esta equiparación, sin embargo, no es homogénea. Aunque permite “eliminar los velos ideológicos que cubren la realidad” (Khayati Citation2006, 227), esta operación de détournement, la parataxis de este collage, no une elementos homogéneos. En el caso de los hurdanos, la mirada masculina de Buñuel, surrealista, sí, pero anclada en la presunción de las Hurdes como espacio atrasado que es necesario modernizar convive con una mirada más amable, que les permite ser (re)presentados de manera diferente: es el caso de las fotografías de Anderson, alejadas del endo-exotismo de la fotografía antropológica de la época. En el caso de los guineanos, las diferencias socioeconómicas permitieron que la burguesía africana local se mostrara de forma diferente, lejos del exo-exotismo que mostraban las imágenes de la visita del gobernador Núñez de Prado a la Guinea continental. Los fernandinos, gracias a su capacidad económica, aparecían como seres individuales, con nombre y apellidos, equiparables a la burguesía europea blanca, que podían hablar en nombre propio y, por tanto, (re)presentarse.

Aunque nunca fue mayoritario, hubo en la España de la época un discurso que vinculó a las Hurdes con las colonias españolas en África: el discurso anticolonial. Así, en 1922, Augusto Barcia Trelles, diputado del Partido Reformista, proponía la “reconquista de la conciencia histórica española” y defendía que “antes de disponernos a reconquistarnos nosotros, es menester renunciar a la conquista de nadie” (Barcia Citation1922, 3). En un momento en el que las Hurdes empezaban a aparecer con frecuencia en la prensa, poco después de la derrota española en Annual, Barcia proponía olvidarse de colonizar África y dedicarse a mejorar la vida de la población metropolitana:

África ha sido siempre un error, precisamente España está recargada, en todos sus focos vitales, de africanismo. El desastre de Annual y el redescubrimiento de las Hurdes, es decir, la conciencia de lo que somos y de lo que no debemos ser, pueden servir acaso de punto de partida a una nueva época de la historia de España. (Barcia Citation1922, 4)

Años más tarde, el africanismo español, encarnado en los militares destacados en el Protectorado marroquí, protagonizó el golpe de Estado de 1936. Si el anticolonialismo había defendido la necesidad de olvidarse de colonizar a nadie antes de mejorar las condiciones de vida de la población metropolitana, los sublevados protagonizaron una macabra vuelta de tuerca al respecto. No solo había que colonizar África sino también la Península. Así, la guerra de 1936–1939 se puede leer como una guerra “colonial civilizadora”, en la que la se estableció una separación no ya entre amigo y enemigo, sino la distinción “entre la condición humana y unas versiones degradadas que permiten clasificar sujetos como ciudadanos de segunda o no ciudadanos” (Sánchez León Citation2017, 27). La mirada exótica que equiparaba a hurdanos y guineanos acabó considerando también a la población metropolitana como sujeto colonial al que había que someter y civilizar.

Agradecimientos

Agradezco a los doctores Luis Calvo Calvo (Institució Milà i Fontanala-CSIC) y Benita Sampedro (Hofstra University) su atenta lectura del texto y sus comentarios. Evidentemente, cualquier error u omisión es únicamente responsabilidad del autor.

Disclosure statement

No potential conflict of interest was reported by the author(s).

Additional information

Funding

Esta investigación se ha llevado a cabo gracias a la ayuda FJC2021-046614-I, financiada por el MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y por la Unión Europea bajo el programa NextGenerationEU/PRTR.

Notes on contributors

Iñaki Tofiño

Iñaki Tofiño, lingüista de formación, ha trabajado muchos años como profesor de secundaria. Es investigador postdoctoral Juan de la Cierva y autor del libro Guinea, el delirio colonial de España (Edicions Bellaterra, 2021), donde repasa la historia cultural de la Guinea española a través de la literatura. Actualmente sigue estudiando la literatura de Guinea Ecuatorial, despreciada en su país y poco conocida en España, y la literatura europea sobre la antigua colonia española, a menudo llena de estereotipos y de nostalgia colonial. E-Mail: [email protected].

Notes

1 Raúl Sánchez Molina habla de la construcción etnocéntrica del no europeo como homo infantilis, noción que se utiliza como elemento ideológico con el que justificar la expansión político-económica en África y, como consecuencia, el sometimiento de su población a las nuevas leyes de los gobiernos coloniales (Sánchez Molina Citation2002, 106). En el caso de la Guinea española el entramado jurídico de control de la población africana se llevó a cabo a través del denominado Patronato de Indígenas, creado en 1904, que regulaba la capacidad jurídica de los sujetos en función de su condición de emancipados o no emancipados. Sobre el sistema de emancipaciones en la Guinea española, ver Muñoz Citation2017.

2 Charles y Marie-Laure de Noailles ya le habían encargado a Buñuel otra película, L’Âge d’or, cuyo estreno en París en 1930 causó tal escándalo que estuvo prohibida en Francia hasta 1981.

3 A este respecto, ver Sampedro Citation2008.

4 Para un resumen de la legislación sobre la situación legal de la población colonizada en la Guinea española ver Muñoz Citation2021.

5 Los fernandinos eran una comunidad protestante y anglófona formada por descendientes de esclavos libertos y emigrantes de otras partes de África, muy vinculados a las autoridades británicas, que se establecieron en la isla de Fernando Poo durante el siglo XIX, antes de la dominación efectiva española de la isla. Completamente aculturados, se enriquecieron dedicados al comercio y, gracias a su capital económico y cultural, pudieron de alguna manera subvertir las categorizaciones coloniales y llegaron a enviar a algunos de sus hijos a estudiar a Europa. A este respecto, ver Aixelà-Cabré Citation2022.

6 Sobre el uso del alcohol como arma de colonización, ver Perlasia i Botey Citation2009.

7 Instancia conservada en el AGA, sección África, caja 80/06467.

8 Sobre las atrocidades de Ayala, ver Nerín Citation2006.

Referencias

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