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Épica e historia: la batalla de Las Navas de Tolosa en la Estoria de España alfonsí

Pages 89-101 | Published online: 15 Mar 2013
 

Abstract

The history of the battle of Las Navas de Tolosa (1212) in theEstoria de España—based on archbishop Rodrigo Jiménez de Rada's narration included in theHistoria de rebus Hispanie— presents not only expressions of faith and the crusader spirit that one expects in a work written by a prominent member of the Church, but also the respect and admiration for the Muslim enemy such as found in many Castilian epic texts. The crusader fervor, imported from other European regions, did not change the complex and at times benign relation between Muslims and Christians in the Iberian Peninsula.

Notes

1. El imperio marroquí de los Murābit (los almorávides) ejerció el dominio político y militar sobre al-Ándalus durante el reinado de Yûsuf ibn Tâšfîn (1070–1106) y de su hijo Alî ibn Yûsuf (1106–1143). Los emires almorávides habían logrado imponerse con fuerza pero fueron incapaces de construir una estructura política más allá de la compleja red de relaciones familiares y tribales que ejercía el gobierno. Como consecuencia de esto, fueron víctimas de una nueva secta fundamentalista, la de los almohades, que se proponía realizar una reforma religiosa. La secta de los Muwahhid (los almohades) había sido fundada por ibn Tûmart (m. 1130), quien fue su líder inicialmente. Después del tradicional peregrinaje a La Meca, ibn Tûmart regresó a Marruecos aproximadamente en 1120 y proclamó la necesidad de reformar la comunidad islámica (Reilly, The Medieval 129–31; Iradiel et al. 144–46).

2. Francisco García Fitz está de acuerdo con MacKay en cuanto a la importancia de la batalla de Las Navas, pues indica que representa un giro histórico radical, una “batalla decisiva” en la historia peninsular: “desde mediados del siglo XI hasta 1212 se asiste a un enfrentamiento no decidido, de futuro incierto, titubeante en sus resultados, donde los avances y retrocesos, las victorias y las derrotas se suceden de manera alternante y siempre de forma provisional, [en cambio] a partir de entonces y como consecuencia directa del resultado de aquella desmesurada y extraordinaria colisión, se abriría el tiempo de la gran y definitiva expansión de los núcleos políticos cristianos y, consecuentemente, la fase de arrinconamiento y desaparición del Islam andalusí” (“Las Navas” 48). García Fitz cita numerosos estudios de la Edad Media a nuestros días que confirman esta interpretación.

3. Las citas de los capítulos de la Estoria de España que narran la batalla de Las Navas de Tolosa han sido tomadas de la edición de Ramón Menéndez Pidal, quien le dio el título de Primera crónica general de España.

4. Como indica García Fitz, el exterminio o la eliminación de los musulmanes se presentaba como un objetivo específico de un “Pontificado militante y cruzadista” y aparecía en ocasiones como un fin expreso de los gobernantes castellanos, tal como se recoge en las crónicas y en los testimonios personales de algunos dirigentes. Sin embargo, “en las fronteras entre el reino de Castilla-León y al-Ándalus durante la segunda mitad del siglo XII y todo el siglo XIII, a pesar de la vigencia y aplicación de una ideología de cruzada, de ‘reconquista’ o de guerra santa, no se desarrolló una guerra sin cuartel contra el infiel destinada a su definitiva eliminación. Por el contrario, el compromiso y el pacto tuvieron un lugar preferente” (“De exterminandis” 115).

5. Cito el texto editado por Alberto Montaner (Cantar de mio Cid).

6. 6. Acerca de la épica de cruzada europea, puede consultarse el amplio estudio de Montaner (“Introducción”). Sobre los orígenes de las cruzadas y sus bases ideológicas en la literatura culta y popular, véase Norman Daniel.

7. Cito la versión de la leyenda de la Estoria de España editada por Carlos Alvar y Manuel Alvar (179–202).

8. Cito el texto de las Mocedades de Rodrigo editado por Carlos Alvar y Manuel Alvar (104–62).

9. Cito el texto editado por Carlos Alvar y Manuel Alvar (274–300). No podemos saber con certeza cuál era el contenido de “los cantares de las gestas” del rey don Sancho puesto que en la Estoria de España se distingue entre éstos y “las crónicas et […] los libros de las estorias d’esto” (281), que son las fuentes citadas repetidamente por los cronistas al narrar la historia de Sancho II.

10. Como indica Charles Fraker, las interpolaciones de don Lucas de Tuy en estos capítulos de la Estoria de España introducen elementos religiosos y una mentalidad de cruzada en un relato que carecía de ellos: “I believe that it could be shown that whether by design or simply de facto many of the short interpolations from Lucas in the Crónica serve to sound a specifically religious note in passages which otherwise lack it […] A second sense in which the bit from Lucas adds to the Sancho narrative is that, as we have pointed out, Alfonso's thoughts embody the spirit of holy war, of crusade” (496–97).

11. Los paralelos entre la relación que mantuvo el rey Alfonso VI con Almemón y la de Alfonso X con el sultán de Marruecos Abu Yusuf son notables. Como indica Colin Smith con respecto a Alfonso el Sabio, “we find Alfonso in his first will, made in 1282, after bitterly denouncing many of his Christian brother-rulers and subjects, quite extraordinarily warm in his praise of the loyal alliance and support of the Sultan, who ‘Adelantóse ante los reyes cristianos e moros para tener derecho a verdad’ and was disposed to regard their difference of religion and the permanent enmity of their houses as of no great account. Alfonso's second will did not textually repeat this but stated that all provisions of the first remained valid […] at the end, he found his infidel enemies more trustworthy than his Christian relatives and subjects, and died on better terms with Abu Yusuf than with his own son Sancho” (295).

12. Cito la versión de la Estoria de España editada por Carlos Alvar y Manuel Alvar (322–29).

13. Cito la versión de Bernardo del Carpio de la Estoria de España editada por Carlos Alvar y Manuel Alvar (384-406).

14. Cito la edición de Carlos Alvar y Manuel Alvar (408).

15. Acerca de la relación entre cristianos y musulmanes en la Península Ibérica durante la Edad Media, García Fitz señala “la secular existencia en la corte castellano-leonesa de planes políticos que suponían el acuerdo y la colaboración entre poderes políticos de distinta religión y cultura, la aceptación de núcleos políticamente organizados en al-Ándalus e integrados en Castilla a través de mecanismos vasalláticos y tributarios, y ello a pesar de sus diferencias socio-religiosas. Frente a la dinámica militar y excluyente implícita en el concepto de Reconquista, tales proyectos parecían apostar por la admisión del ‘otro’, su inclusión en el entramado institucional cristiano y por la cooperación en los modos de relación política entre estados, aunque siempre bajo el signo de la subordinación de unos –los islámicos– a otro –el castellano–” (“Una España” 239–40). No obstante, García Fitz destaca las dificultades que presentaba la concreción de tales planes: “la organización social de los núcleos políticos feudales y la de los estados islámicos como sus respectivos entramados religioso-ideológicos difícilmente hubieran podido soportar permanentemente el statu quo que se derivaba de los comentados proyectos políticos” (“Una España” 248).

16. Rodrigo Jiménez de Rada, el Toledano, fue una figura importante en toda la primera mitad del siglo XIII. Nació en Puente de la Reina, Navarra, en 1170. Estudió en el extranjero, primero en Bolonia, donde cursó derecho, y luego en París, donde recibió el título de Magister Theologiae. En 1207 se encontraba en Castilla, donde se convirtió en consejero y confidente del rey Alfonso VIII. En 1208 fue designado obispo de Osma, cargo que no llegó a ejercer pues poco después fue elegido arzobispo de Toledo. Don Rodrigo fue una presencia constante en las cortes de Alfonso VIII, Enrique I y Fernando III, y tuvo un gran ascendiente en la curia vaticana. Fue uno de los organizadores de la batalla de Las Navas de Tolosa, impulsor de las Universidades de Palencia y Salamanca, promotor de la construcción del palacio arzobispal e iniciador de las obras de la catedral de Toledo. Fue, además, el principal historiador de su época. Su obra más importante es Historia de rebus Hispanie que, siguiendo la tradición de las crónicas latinas, abarca desde el Génesis hasta la conquista de Córdoba por Fernando III. Su Historia Arabum no tiene precedentes en la España cristiana y es evidente, por la calidad de su información sobre los árabes y la historia política del mundo musulmán, que sus fuentes fueron numerosas e incluían al historiador Ahmad-al-Razi. El arzobispo falleció en 1247 (Fernández Valverde IX-X; Barkai 210–11, 220–22; Smith 296–97; Reilly, “Jiménez” 441–43). Según Julio González, en toda la obra histórica del Toledano “no hay parte tan puntual como la referente a la última guerra de don Alfonso [VIII] contra los musulmanes; en ella la precisión y el engranaje son perfectos, y, salvo pequeños detalles, puede utilizarse con no poca seguridad […] Tal vez utilizase un relato personal hecho a raíz de las campañas, con cuya base podía ampliar y variar la redacción de su obra general […] En todo caso, no hay que olvidar que el arzobispo fue testigo y actor en algunas acciones, concretamente en la campaña de las Navas; por eso su narración es extensa y muy fidedigna; su amor propio y el celo mostrado por la causa y por su rey pueden ser la razón de algunas interpretaciones, a veces imprecisas y a veces exageradas, pero siempre hay que tener presente su formación espiritual de reconocida rectitud” (11–12; modernizo la acentuación).

17. Bernard Richard (126) en su estudio sobre el islam y los musulmanes en seis crónicas hispanas de los siglos XII y XIII (a las que denomina erróneamente “crónicas castellanas”) –la Chronica Adefonsi Imperatoris, la Crónica latina de los reyes de Castilla, el Chronicon Mundi, la Historia de rebus Hispanie, la Historia Arabum y la Estoria de España– observa que en éstas nunca se acusa a los musulmanes de crueldad, de ferocidad; los cronistas no manifiestan tampoco sentimientos de repulsión o disgusto hacia los musulmanes. Ron Barkai también señala que pese a la mentalidad de cruzada y la imagen negativa del musulmán presentes en la Crónica latina de los reyes de Castilla, el Chronicon Mundi y la Historia de rebus Hispanie, “es posible encontrar algunas imágines positivas de los musulmanes y no justamente por excepción o como un fenómeno fuera de lo corriente. Esto resalta especialmente en la ‘Historia de los árabes’, obra de Rodrigo Ximénez de Rada, quien aceptó a veces la imagen de los conquistadores musulmanes tal como aparece en la tradición musulmana […] [y] no escatima los elogios al analizar la política interna de éstos, según el punto de vista musulmán” (226).

18. Con respecto a la intervención de los franceses en los asuntos de la Península Ibérica, Barkai cita el relato de Rodrigo Jiménez de Rada sobre el incidente de la mezquita central de Toledo en tiempos de Alfonso VI, comparándolo con la retirada de los ultramontanos antes de la batalla de Las Navas: “[Jiménez de Rada] describe al arzobispo Bernaldo y a la reina Constanza, ambos de origen francés, como dos impíos que conspiraron para estropear el acuerdo que el rey de Castilla y León había hecho con los musulmanes de la ciudad, expulsándolos de la parte de la mezquita que tenían destinada para sus oraciones, en el convenio de rendición. Según el arzobispo, el rey mismo afirmó en una conversación de reconciliación con los musulmanes que el hecho le había perjudicado, haciéndolo aparecer como alguien que viola los tratados que firma […] Esta relación, surgiendo de la pluma de Rodrigo Ximénez de Rada, adquiere una importancia significativa; de ella se desprende que los cristianos, después de la Reconquista, podían llegar a un entendimiento con los musulmanes, mientras los franceses ‘extranjeros’ impedirían la posible armonía, lesionando la soberanía del rey español y su credibilidad […] El desprecio del autor por los francos llega al colmo cuando describe la forma en que se escabulleron de la decisiva batalla de las Navas de Tolosa” (218; texto destacado por del autor).

19. La “versión francesa expresada por el tardío Alberico” es citada por González (1019) y también por García Fitz, quien observa que Alberico, abad del monasterio de Trois Fontaines, “alude al enorme descontento creado entre los cruzados ultramontanos –estaban ‘indignati’– al conocer que Alfonso VIII, sin contar con ellos, había concertado con los musulmanes [un] acuerdo. Algunas crónicas castellanas tardías corroboran que ‘los franceses y gente cruzada’ no quisieron aceptar el trato, ‘sino que los matasen’, una consideración ratificada por al-Marrakushi” (“De exterminandis” 122). Sobre las distintas interpretaciones de estos eventos y de los motivos de los ultramontanos para retirarse de la campaña, véase González (1020–21) y García Fitz (Las Navas de Tolosa 218–24).

20. Las “coxas” son las piernas; palabra derivada del latín coxa ‘cadera’. Según Covarrubias (367b), “coxo. Se dixo de coja, que vale pierna, poples; por manera que coxo se dize el que no assienta el pie libre, sino que le tiene encogido”.

21. Las fuentes cristianas llaman al califa “Almiramomelin” o “Miramamolin”, del árabe amīr al-mu’minīn o ‘comandante de los fieles’.

22. Los reyes españoles fueron repetidamente amonestados por Roma a causa de su lenidad hacia moros y judíos. Así ocurrió en diferentes momentos con Alfonso VIII, Fernando III y Jaime I (Márquez Villanueva 100).

23. La conversión forzada, que después sería usada tanto por los Reyes Católicos como por los Austrias, es condenada en la séptima Partida del código elaborado en la corte de Alfonso X: “Cómo los cristianos con buenas palabras et non por premia deben convertir los moros a la fe” (VII, 25, 2) (Márquez Villanueva 102). Dwayne Carpenter observa que la séptima Partida no trata el tema de los fundamentos religiosos del islam pues el enfoque principal es legislativo y político, no religioso, a diferencia de lo que ocurre con los judíos. En la Partida VII, 25, 1 se establece que los moros, al igual que los judíos, se regirán por sus propias tradiciones jurídicas; Carpenter indica que este decreto constituye el fundamento de la convivencia cristiano-moro-judía según la comprendía Alfonso X y opina que la tolerancia del rey no se debía a ningún ecumenismo socio-religioso, sino a simples factores pragmáticos y a sus designios políticos. La Partida VII, 25, 1 establece, además, garantías para las propiedades de los musulmanes y las penas aplicables a los cristianos que infrinjan estas disposiciones: “E como quier que los moros non tengan buena ley, pero mientre beuieren entre los cristianos en segurança dellos non les deuen tomar nin robar lo suyo por fuerça. E qualquier que contra esto fiziere, mandamos que peche doblado todo lo que les assi tomaren” (Carpenter 244). Sobre la “convivencia” de cristianos, moros y judíos en la Estoria de España y los límites de ésta, véase el estudio de Smith. Albert Bagby, por su parte, indica que la mayoría de los historiadores así como de los críticos literarios presentan una imagen idealizada de Alfonso el Sabio, destacando la tolerancia y benevolencia del rey hacia moros y judíos, pero éstos no tienen en cuenta las Cantigas de Santa María que revelan una actitud negativa, especialmente hacia los judíos. García Fitz, en su estudio “El Islam visto por Alfonso X”, presenta un panorama amplio sobre las complejas relaciones entre cristianos y musulmanes durante el reinado de Alfonso el Sabio.

24. Una perspectiva diferente presenta Joseph O’Callaghan, quien sitúa la Reconquista española en el contexto de las cruzadas a Tierra Santa. En su opinión, ambas se desarrollaron paralelamente y no puede entenderse una sin la otra.

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