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La boca de la sierpe, la quijada del león: (in)moralidad, verdad intraverbal y diseminación en los Sueños de Quevedo

Pages 196-207 | Published online: 20 Sep 2013
 

Abstract

Dreams and Discourses (1627) by Francisco de Quevedo is a Baroque satirical work composed by five dreamlike narrations that criticize the moral decadence of seventeenth-century Spanish society. Traditionally, it has been read as a conservative Catholic text that conveys an official view of truth and morality. This article attempts to question that reading by addressing the use of subversive strategies, such as wordplay and ambiguity. Through an analysis of the paratext, the narrative voices, and the satire of popular trades—e.g., bankers—the article sheds light on the text's self-erosion of established moral and epistemological values. It concludes that behind its apparent religious correctness, the work reflects on the fundamental opacity of language. Theoretically, Quevedo's satire is understood as a disseminatory artifact following Derrida in Dissemination.

Notes

1. Se emplea la edición de Ignacio Arellano, que incluye dos libros: los Sueños, y los Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, versión censurada por la Inquisición que vio la luz en 1631, en la que han sido suprimidas las alusiones religiosas en son burlesco (Plata 120–21). Para Franz-Walter Muller, el texto depurado de los Juguetes es “deliberadamente inocuo, aunque no exento de la más pura ironía quevediana” (223). Para una discusión sobre la tensión entre disidencia y conservadurismo en Quevedo, véase Santiago Fernández Mosquera 175–79.

2. Aunque se referirá al texto como los Sueños, el título completo en la edición prínceps de 1627 es Sueños, y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios, y engaños, en todos los oficios y estados del mundo. Es significativo que no estamos únicamente ante “sueños” –formas narrativas que presentan visiones oníricas–, sino también ante “discursos”. Así en El alguacil endemoniado no tenemos una experiencia onírica.

3. Con esto no se sugiere la intención de tocar el problema de la unidad o fragmentación del texto, un asunto que ha sido fatigado por la crítica quevediana desde el siglo XVII. Se parte de la premisa de que los Sueños son un texto unitario en el sentido de que sus cinco partes se conjugan en un proyecto coherente.

4. La visión histórica que subyace a este artículo parte del estudio foucaultiano de grandes espacios epistemológicos. Quevedo, autor del siglo diecisiete español, participa de las transformaciones culturales y filosóficas que producirán, en la visión de Michel Foucault, un reemplazo de la semejanza renacentista en favor del “juego” barroco entre signos verbales, no ya entre los signos y el mundo (46–51).

5. Carrie L. Ruiz sostiene que en los Sueños se observa una contra-anamorfosis que subraya “la existencia de una capa verdadera que contiene una esencia central e inalterable” (161). Dicha aseveración es verdadera si se reduce su jurisdicción a ciertos momentos inusualmente coherentes del discurso moralizante explícito del narrador en primera persona: es decir, cuando no se contradice queriendo o sin querer, lo que ocurre frecuentemente.

6. Una cita de Antonio Papell (Citation1947) es útil para indagar en la percepción que sobre los Sueños existió en cierto momento de la crítica española: “ … el propio Quevedo no pretendía escribir una obra definitiva ni genial. Era la suya una sátira social típica, madrileña, asequible a todos sus lectores” (443). Lo lúdico se interpreta como liviano, ligero, simple. Contrástese esa opinión de Papell con la siguiente de Muller (1966), quien afirma que los Sueños entrañan “el más afilado ataque contra todo el sistema político-social que jamás se escribiera en el período de declinación de la monarquía española” (223).

7. Es pertinente recordar que Juan de Jáuregui, en su Antídoto contra la pestilente poesía de las Soledades, le da un valor moral muy negativo al oscurecimiento del lenguaje. En este punto, Góngora y Quevedo se aproximan.

8. En la introducción, Smith ofrece tres lecturas posibles de un soneto de Quevedo, “En breve cárcel traigo aprisionado”. Sostiene Smith, refiriéndose a la imagen poética en Quevedo, que “It is a syptom of the disseminating play of figuration which always surpasses the “proper” term for which it is intended to substitute” (14). La presente lectura de los Sueños es afín a esta.

9. Se podría entender la lógica de la estrategia menor en Quevedo recurriendo a otra formulación que parte de la discordancia, el error, el olvido, el descuido, vistos como cráteres del texto narrativo donde se empoza una temporalidad alternativa, un “tiempo consuntivo” que desafía las leyes de la narración convencional. La “verdad de la palabra-semilla”, concepto desarrollado en páginas siguientes, sería la equivalencia quevedesca de un momento anti-narrativo radicalizado, una interrupción en la corriente normal de la narración. Consúltese Discordancias cervantinas de Julio Baena.

10. La diferenciación entre estas concepciones de la verdad puede entenderse en términos de la oposición entre dos formas del lenguaje poético según las describe Roland Barthes en Writing Degree Zero. En Is There Any Poetic Writing?, Barthes esgrime que la poesía clásica es una variante ornamental de la prosa (42) cuya finalidad es comunicar una verdad (46). El lenguaje poético moderno funda una palabra nueva, que resplandece y se ramifica: “it shines with an infinite freedom and prepares to radiate towards innumerable uncertain and possible connections” (47). Barthes alude a la “revelación de una verdad” (47) por medio de la palabra poética en el sentido de que, en tanto archivo total de significados, la poesía es soberana y completa, y por tanto no podría ser falsa.

11. Opina Fernández Mosquera sobre la sátira de costumbres y contra estados, que “parece que se deshace en su propia virulencia, incluso cuando pueda tener, como tiene, una interpretación circunstancial. Disfrazado el aquí y el ahora, sólo cobra interés cuando se convierte en buena literatura” (176).

12. José Martín Arancibia ofrece la siguiente traducción al español del pasaje citado: “Singular plural que ningún origen singular habrá precedido jamás. Germinación, diseminación. No hay primera inseminación. La simiente es primero dispersada. La inseminación «primera» es diseminación. Huella, injerto cuyo rastro se pierde. Se trate de lo que se denomina «lenguaje» (discurso, texto, etc.) o de inseminación «real», cada término es un germen, cada germen es un término. El término, el elemento atómico, engendra dividiéndose, injertándose, proliferando. Es una simiente y no un término absoluto” (1975: 453–54).

13. “Cada fragmento no se vuelve legible más que en el juego calculado de una muy numerosa recurrencia y de una innumerable polisemia” (1975: 488–89).

14. La alusión al espejo abre otra aproximación posible al texto. En la literatura española, existe una larga tradición didáctica que analoga el texto y el espejo: el texto refleja los vicios del lector (se puede pensar en los espejos de príncipes). Así, por ejemplo, la repetición, una estrategia muy frecuente en los Sueños, alude a la duplicación que permite el espejo. Además, la noción de diseminación podría ser vista como un proceso engendrador de reflejos y duplicaciones sin modelo original.

15. Sostiene Jorge Checa: “Creo lícito argüir que la dispersión semántica de los monstruos imaginariamente concebidos tiene una de sus actualizaciones barrocas en los Sueños de Quevedo, con la importante salvedad de que ese rasgo no se basa ahora sobre todo en un repertorio dado, sino en la extraordinaria fecundidad del lenguaje puesto en juego por el autor” (202).

16. Agradezco los generosos comentarios de Silvia Arroyo, que fueron fundamentales para llegar a la versión final de este artículo.

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