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Un puente epistolar entre las dos Españas: Cartas de escritoras exiliadas a Carmen Conde (1940–1980)

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Pages 66-86 | Published online: 15 Aug 2023
 

Resumen

Miembro del grupo de poetas y narradoras españolas que trabajaron denodadamente durante los años de preguerra para hacer de la literatura su ocupación principal, Carmen Conde se mantuvo, en ese tiempo, en permanente contacto epistolar tanto con algunas de las personalidades más destacadas del Lyceum Club como con jóvenes socias de dicha asociación madrileña que, al igual que ella, iniciaban entonces una entusiasta e incierta trayectoria literaria. Las fecundas relaciones personales y profesionales que lograron establecer quedaron interrumpidas durante la Guerra Civil. A su término, Conde permaneció en la España franquista, desde donde quiso tender un puente de diálogo que la uniera de nuevo con Ernestina de Champourcín, Concha Méndez o María Teresa León, cuyas vidas y cuyas obras habían quedado marcadas para siempre por el exilio. El análisis de las cartas que le enviaron a la poeta de Cartagena entre 1940 y 1980 desde los países en los que hallaron refugio da cuenta de la ayuda mutua que se prestaron, del apoyo anímico que se ofrecieron, del interés por conocer sus respectivas creaciones que experimentaron y de las valoraciones que hicieron de ellas. Desde el destierro, celebraron como propios los éxitos cosechados por Conde en España, donde logró alcanzar el objetivo que, varias décadas antes, las había impelido a todas ellas a emprender un camino profesional que, por razones de género, no resultó precisamente fácil en ninguna de las dos Españas.

Abstract

A member of the group of Spanish poets and narrators who worked tirelessly during the prewar years to make literature their main occupation, Carmen Conde remained, at that time, in permanent epistolary contact with both some of the most notable personalities of the Lyceum Club and with young female members of the Madrid association who, like her, were embarking on an enthusiastic and uncertain literary career. The fruitful personal and professional relationships they managed to establish were interrupted during the Civil War. When it ended, Conde remained in Franco’s Spain, from where she wanted to build a bridge of dialogue that would reunite her with Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, and María Teresa León, whose lives and works had been forever marked by exile. The analysis of the letters that they sent to the Cartagena poet from the countries where they found refuge from 1940 to 1980 reveals the mutual help and moral support they gave each other, the interest they shared in learning about their respective creations, and the appraisals they made of these. From exile, they celebrated as their own the success achieved by Conde in Spain, where she managed to achieve the goal which, several decades before, had driven them all to embark on a professional path that, for reasons of gender, was not exactly easy in either of the two Spains.

Correction Statement

This article has been republished with minor changes. These changes do not impact the academic content of the article.

Notes

1 Dicho epistolario, publicado por Fran Garcerá en 2018, se inicia con las cartas que Carmen Conde intercambió con Andrés Cegarra desde 1924 hasta 1927, poco antes de su fallecimiento. Aunque algunas de esas misivas habían sido escritas junto a su hermana María, quien se dirigió posteriormente a Conde por vía postal con su hermana Pepita, la relación epistolar propiamente dicha entre ambas poetas que se ha conservado comienza en 1932, año en el que, como sucedió durante el resto de la década, se cartearon casi a diario. Interrumpida la comunicación epistolar en 1937, la retomaron en 1943, pero desde entonces la frecuencia de los envíos fue ocasional. La última epístola de María Cegarra a Carmen Conde que ha sido publicada data del mes de julio de 1988.

2 Cuando conoció a Carmen Conde, Antonio Oliver Belmás (Cartagena, 1903-Madrid, 1968) había publicado ya un primer poemario, Mástil (1925), y había entrado en contacto con algunos de los miembros de la posteriormente denominada generación del 27, con los que compartió las páginas de las revistas que editaron entonces. En 1932 publicó Tiempo cenital, su segundo libro de poemas.

3 Inspirado en los lyceums creados en Londres, París y otras capitales europeas y estadounidenses, el Lyceum Club Femenino de Madrid tuvo su sede en la Casa de las Siete Chimeneas, en la calle Infantas, 31. Presidido por María de Maeztu  —directora a su vez de la Residencia de Señoritas, donde se reunieron inicialmente—, sus primeras vicedirectoras fueron Isabel Oyarzábal y Victoria Kent. Zenobia Camprubí ocupó el cargo de secretaria, puesto en el que la sucedería Ernestina de Champourcín. De acuerdo con los estatutos internacionales de este tipo de centros, el de Madrid contó con secciones de Literatura, Ciencias y Artes Plásticas e Industriales, así como con las dedicadas a lo Social, a la Música y a la esfera internacional (Mangini 88–89). Sobre su fundación puede verse el artículo de Juan Aguilera Sastre, en el que se incluyen también dos censos de las socias con las que contó el Lyceum Club (80–90).

4 “Rosa Chacel retiró a última hora sus poemas, ofendida por el título de la conferencia” (Champourcín y Conde 85), que era “Las faldas del Parnaso español”. Es de suponer que, de haber residido en España, la autora vallisoletana no habría participado tampoco en “Versos con faldas”, “la primera tertulia integrada exclusivamente por mujeres” que “fue creada por Gloria Fuertes, Adelaida Las Santas y María Dolores de Pablos en 1951” (Vila-Belda 279).

5 Pilar de Valderrama (Madrid, 1889–1979) había publicado en 1923 Las piedras de Horeb, su primer poemario, al que seguirían Huerto cerrado (1928) y Esencias (1930). Este último libro fue reseñado en la prensa por Antonio Machado, a quien había conocido personalmente en Segovia en 1928. De la relación de amistad que mantuvieron durante algunos años, sustentada en los encuentros secretos y en el cruce de correspondencia, nacieron los versos que el poeta sevillano le dedicó a Guiomar, nombre poético con el que se refirió a este maduro amor platónico. Pilar de Valderrama recordó en sus memorias que, como socia del Lyceum Club Femenino, asistió a los actos que programaba habitualmente el centro, donde coincidió con María de Maeztu, Zenobia Camprubí y muchas otras “escritoras y artistas” (37).

6 La subvención concedida con la ayuda de Nelken ascendió a 2500 pesetas (Carta Nelken a Conde [2 y 31 enero 1934]).

7 Además de las cartas propiamente dichas, Carmen Conde escribió también cartas abiertas, entre las que se cuentan las dirigidas a Katherine Mansfield (1888–1923) que publicó en 1935 en el periódico madrileño El Sol. Editadas en forma de libro en 1948, en 2018 han sido publicadas de nuevo.

8 A título de ejemplo cabe recordar que la correspondencia mantenida por Carmen Conde ha servido para analizar tanto diferentes aspectos de su propia obra (Urrutia), como para abordar el estudio de la trayectoria de otras escritoras de su tiempo (Garcerá, “Tienen”), así como para conocer los pormenores de las relaciones transatlánticas que estableció a lo largo de su vida (Rojas).

9 En 1929, cuando Carmen Conde viajó por primera vez a Madrid, Concha Méndez se encontraba fuera de España, como lo estaría asimismo en los años posteriores, razón por la que le escribió, desde entonces y hasta 1934, desde Londres, Buenos Aires y París. En el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver se conserva una docena de estas misivas, correspondencia que será editada próximamente en un volumen en el que verá la luz el epistolario completo de la poeta madrileña, según la información facilitada por el profesor James Valender.

10 La obra y la correspondencia de la escritora e intelectual exiliada Pilar de Zubiaurre (Garay, 1884-Ciudad de México, 1970), socia también del Lyceum Club Femenino, ha sido editada y estudiada en los últimos años gracias a la labor desarrollada por Iker González-Allende.

11 Sobre la trayectoria vital y profesional de la periodista, escritora y traductora Consuelo Berges (Ucieda, 1899-Madrid, 1988) puede verse el trabajo de Raquel Gutiérrez Sebastián.

12 Méndez le había dedicado uno de los poemas incluidos en Canciones de mar y tierra (1930), libro que le había enviado a Chacel sin que esta acusara recibo de su llegada. Por ello, en esa misma carta, Berges añadió a propósito de la escritora vallisoletana: “Esta muchacha, de indudable talento, se ha puesto en genio, ya no tan indudable, y ha resuelto no concedernos beligerancia a las demás” (Carta a Conde [4 mayo 1931]). Sin embargo, algunos años después, Chacel le dedicó a Méndez una de las creaciones de A la orilla de un pozo (1936), poemario que fue publicado por Ediciones Héroe, el sello que habían creado Concha Méndez y su marido, el poeta Manuel Altolaguirre.

13 Amanda Junquera desarrolló su labor como cuentista y ensayista en la posguerra, dando a conocer sus creaciones en las publicaciones periódicas del momento, en las que firmó con el seudónimo de Isabel de Ambía. También fue traductora.

14 Consuelo Berges no le perdonó a Conde que excluyera a Concha Méndez de una de sus antologías (González 120). La escritora cartagenera, por su parte, le confesó a María Martínez Sierra que tenía razón cuando le aconsejó en los años de preguerra que no frecuentara la amistad de Consuelo Berges y de Concha Espina. “Las dos fueron malas conmigo más tarde”, afirmó (Carta Conde a Martínez Sierra [María Lejárraga] [3 marzo 1974]).

15 La existencia de censura postal durante los primeros años de la posguerra disuadió a exiliados y residentes en el interior de establecer comunicación epistolar con quienes se hallaban en una o en la otra España. Cuando lo hicieron, se autocensuraron para no ponerse en peligro a sí mismos y para no comprometer a sus interlocutores, por lo que escribir cartas en esas circunstancias acabó siendo prácticamente lo mismo que no hacerlo. A título de ejemplo pueden servir las palabras que Margarita Bonmatí, esposa del poeta Pedro Salinas, incluyó en la carta que le remitió a Pilar de Zubiaurre el 1 de febrero de 1940 desde Wellesley: “Yo recibo cartas de algún amigo de Madrid, pero a través de ellas no les encuentro; aunque sigo firme apreciándolos, sé que la vida es la que les obliga a fingir; lo verdadero es al final de sus cartas, cuando me dicen que nos quieren y no nos olvidan” (Zubiaurre, Epistolario 185–186).

16 Sobre ese tema puede verse el artículo “Proceso sumarísimo contra el poeta Antonio Oliver Belmás (1940–1946)” (Fernández Rubio).

17 En Mujer sin edén Conde inició el camino en la creación de una poesía reivindicativa de la mujer que seguirían poco tiempo después otras poetas de posguerra (Payeras 85–87).

18 Los contactos epistolares entre Carmen Conde y Zenobia Camprubí fueron, sin duda, algunos más. A Juan Ramón Jiménez le escribió el 25 de octubre de 1956 al saber que le habían otorgado el Premio Nobel. Entonces recordó el día que lo conoció, en 1929, junto a Zenobia, “la insustituible por humana criatura”, imposibilitada ya, debido a su enfermedad, de “sonreír con aquella luz suya que tanta gloria le dio a usted” (Alegre 254).

19 Algunos de los textos radiofónicos de Carmen Conde han sido editados recientemente por Fran Garcerá.

20 Esta carta ha sido catalogada como un documento que incluye un dibujo atribuido a Rafael Alberti a pesar de que, excepcionalmente, no está firmado, por lo que podría ser obra de María Teresa León.

21 Carmen Conde le agradeció el pésame por el fallecimiento de su marido en su nombre y en el de su cuñada, María Oliver Belmás, mediante una tarjeta impresa (Carta a Méndez [matasellos 23 agosto 1968]). Agradezco al profesor James Valender su generosidad al proporcionarme la transcripción de los cuatro envíos remitidos por Carmen Conde a Concha Méndez que se conservan en el Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes (Madrid), textos que se encuentran actualmente en proceso de edición.

22 La escritora cartagenera resumió sus buenos deseos para las fechas que se aproximaban así: “Feliz Navidad y buen 1970” (Conde a Méndez [matasellos diciembre de 1969]).

23 La escritora y periodista María Dolores Arana, buena amiga de Concha Méndez en su común exilio mexicano, colaboró en las publicaciones periódicas de los exiliados en ese país y en algunas de sus principales cabeceras. Su poemario Árbol de sueños (1955) apareció precedido de un prólogo de Concha Méndez.

24 Concha Méndez le agradeció a Concha Lagos que hubiera escrito el poema “Oración por los poetas exiliados”, “en el que la mencionaba junto a Cernuda, Alberti, León Felipe y Emilio Prados” (Lagos 233).

25 Rosa Chacel felicitó a Carmen Conde por su ingreso en la RAE mediante una tarjeta fechada en Madrid el 7 de febrero de 1979.

26 Podría decirse que Carmen Conde siguió el ejemplo de Gabriela Mistral por lo que a la construcción de redes de solidaridad entre mujeres escritoras se refiere, nuevas redes en las que —a diferencia de las que se forjaron en sus inicios en torno al Lyceum Club de Madrid, cuando todas sus integrantes se hallaban en una etapa incipiente de sus trayectorias— la autora cartagenera fue consciente de que era un modelo que otras mujeres deseaban seguir. Así sucedió, por ejemplo, en el caso de Josefina Soria (Montiel “Prólogo”).

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