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La imaginación nacional en María de Montiel (1861) de Mercedes Rosas: historia patria y trama sentimental

Pages 156-168 | Published online: 02 Oct 2015
 

Abstract

In María de Montiel (1861), the first novel by a nineteenth-century Argentine woman writer, Mercedes Rosas, the destiny of heroes and heroines is always linked to national history. Following Doris Sommer's critical perspective, it can be said that national formation and passionate love are mutually implicated in this text. Thus, María de Montiel can be read not only as a political contribution to the national project, but also as a female and federal perspective during the so-called period of National Organization in Argentina.

Notes

1En 1863, Mercedes Rosas escribió otra novela titulada Emma o la hija de un proscripto.

2Beatriz Curia hace referencia por ejemplo a las descalificaciones de las que Mercedes fue objeto por parte de José Mármol quien satirizó su figura en Amalia (13). Junto a otros testimonios de época esto demostraría que su labor literaria era conocida. Según el comentario deslizado por María Sáenz Quesada, “Mercedes, otra de las hijas menores, [...] era la intelectual de la familia porque desde muy joven escribía versos y novelas de amor” (27).

3Las citas de María de Montiel están extraídas de esta edición modernizada.

4Evaluando la calidad literaria de la escritora, Curia señala: “Mercedes demuestra tener una indudable capacidad natural para la narración, probablemente cultivada durante años por una frecuente lectura de novelas, y pleno conocimiento de la novela epistolar. Un recorrido por las páginas de su otra novela—Emma o la hija de un proscripto—evidencia, a través de epígrafes en distintos capítulos, que conocía [...] a escritores franceses como Racine, Chateaubriend o Voltaire” (32).

5Este período, que se extiende por tres décadas entre 1850 y 1880, aparece caracterizado por la historiografía como una etapa en la que la Argentina atraviesa un proceso de transformación que implica el paso de una sociedad tradicional a una moderna a partir de las políticas implementadas por el estado nacional.

6El estudio de Molina recupera ochenta y seis novelas correspondientes a cuarenta y tres escritores, comprendidas entre 1838 y 1872.

7Siguiendo el estado de la cuestión bosquejado por Molina y Ortiz Gambetta tres hitos importantes en el diseño del panorama de las letras nacionales—la inaugural Historia de la literatura argentina trazada por Ricardo Rojas entre 1917 y 1922, la colección Capítulo. Historia de la literatura argentina, publicada por el Centro Editor de América Latina desde fines de 1960 y la Historia crítica de la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik, en su volumen titulado La lucha de los lenguajes, dedicado al siglo XIX y a cargo de Julio Schvartzman producida hace poco más de una década―han concluido por conformar un reducido canon decimonónico de novelistas integrado por Bartolomé Mitre, José Mármol, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, Miguel Cané (padre) y las mujeres Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Juana Manso y Rosa Guerra, dejando al margen una voluminosa cantidad de obras aparecidas desde mediados de la centuria. Para su recuperación las investigadoras se basaron en el relevamiento de la narrativa argentina de la centuria elaborado por Myron Lichtblau en 1959.

8En Montevideo, Miguel Cané (padre) publica Una historia hacia 1838 en El iniciador. Entre 1843 y 1848 desde Santiago de Chile Vicente Fidel López edita Alí Bajá y los primeros cuatro capítulos de La novia del hereje. Bartolomé Mitre publica Soledad en 1847 desde Bolivia, y en 1851 sale a la luz la primera parte de Amalia de José Mármol en La Semana de Montevideo. Entre los textos en los que constan los pronunciamientos de los escritores en torno a la novela pueden citarse el Curso de Bellas Letras (1845) de López, el “Prólogo” a Soledad (1847) de Mitre y las intervenciones de Sarmiento desde la prensa chilena entre 1842 y 1845, referidas por Susana Zanetti.

9A modo de ejemplo, pueden citarse las palabras de Mitre en el Prólogo a Soledad. Se define a la novela como “un espejo fiel en que el hombre se contempla tal cual es con sus vicios y virtudes, y cuya vista despierta por lo general profundas meditaciones o saludables escarmientos” (14).

10De acuerdo con las fuentes historiográficas, se trata de una época en la que no solo se pone en marcha una política educativa institucional desde el estado, sino que también se asiste al florecimiento del periodismo, la fundación de bibliotecas, el incremento de las imprentas y a una intensa actividad asociativa que, bajo la forma de sociedades de lectura, dio lugar en muchos casos a la publicación de gran variedad de revistas literarias (Eujanián 557–58).

11Esta última observación marca un límite al papel atribuido por Benedict Anderson a la novela en la formación de las naciones modernas. Es preciso por ello considerar que la aplicación de la teoría de las comunidades imaginadas al proceso de construcción de la nación desplegado en el ámbito rioplatense del siglo XIX resulta problemática pues, tal como se expuso en el cuerpo de este trabajo, las novelas no alcanzaron a la masa lectora en su totalidad, más allá del fenómeno de extensión de la lectura al que se asiste durante la Organización Nacional. Como señala Gustavo Faverón Patriau: “Es notorio, además, que la constitución de las naciones latinoamericanas tuvo, y tiene, sus obstáculos mayores en el analfabetismo y la barrera del multilingüismo [...] lo que hace particularmente dudoso el poder del print capitalism en la formación de sus naciones” (449). Esta salvedad no invalida un análisis de las fórmulas nacionales acuñadas en las ficciones por los escritores, viendo en ellas un acto voluntarista de recepción reducida. Por otro lado, el anhelo de concretar una nación constituye una preocupación efectivamente sentida de acuerdo a los numerosos testimonios dejados por las elites dirigentes y los escritores periodistas.

12Otros dos rasgos característicos de la novela de Scott, el exotismo y la evocación de civilizaciones lejanas temporal y espacialmente, fueron, según Molina, escasamente frecuentados (247).

13Molina identifica siete novelas sobre esta temática. Ellas son: “Soledad, de Mitre; Una noche de boda, de Cané; El Isleño: Episodio de la guerra de la Independencia, de Manuel Romano; María de Montiel, de Mercedes Rosas de Rivera; El capitán de Patricios, de Gutiérrez; El ángel caído y El pozo de Yocci, de Gorriti; además de Capitán Vargas, de V.F. López, que queda inconclusa e inédita” (249).

14Resulta oportuno en este punto plantear dos aspectos en relación con la lectura crítica de Sommer. En primer lugar, cabe señalar que la interpretación de la autora, circunscripta a las novelas canónicas, puede sin inconveniente ser proyectada sobre una obra marginada de la historia literaria, tal como es el caso de María de Montiel. Lo expuesto respecto de la novelística del período, los debates del contexto sociopolítico sobre la necesidad de organizar la nación, el papel del escritor en la civilización de su sociedad y la finalidad de la temática patriótica en la novela histórica, constituyen las condiciones que enmarcan esta obra de Mercedes Rosas avalando un abordaje en torno a la representación de la nación. El otro aspecto de la perspectiva de Sommer por considerar toma en cuenta la objeción enunciada por Faverón Patriau sobre la decodificación de la alegoría por el público: “¿Cuán lícito es suponer que al menos una parte de las complejas operaciones interpretativas que Sommer despliega para obtener correlatos ficcionales de las imágenes latinoamericanas de nación haya sido intuida y prefigurada por los escasos y desacostumbrados lectores decimonónicos en su recepción de esas novelas, aun suponiendo que se tratara, como vimos, sólo de las clases dominantes y letradas?” (452). En torno a esta cuestión, es posible suponer que la existencia de imágenes y tópicos recurrentes en la novelística del período constituye un factor decisivo en su comprensión por parte de los sectores cultos, entrenados en la lectura literaria mientras que esto no puede preverse respecto de un lector medianamente instruido.

15Tal como se analizará en el próximo apartado siguiendo a Nancy Armstrong y a Sommer, el matrimonio por amor sustituye viejas concepciones asociativas, representadas aquí por el abuelo de María que sostiene “jamás un americano se unirá a mi sangre; tú te has de casar con un español” (Rosas 55). Como se advierte, los argumentos de este padre se basan tanto en el sentimiento de superioridad de la metrópoli respecto de sus dominios coloniales como en la enemistad entre criollos y peninsulares agudizada en vísperas de la emancipación.

16John Lynch ofrece la siguiente reflexión sobre las invasiones inglesas: “La invasión británica de Buenos Aires enseñó varias lecciones. Quedó bien claro que los americanos no querían pasar de un poder imperial a otro. Esto, sin embargo, no era nada reconfortante para España [...] Fueron los habitantes, y no las fuerzas militares españolas, quienes defendieron la colonia. Los criollos particularmente probaron el poder, se dieron cuenta de sus fuerzas y adquirieron un nuevo sentido de identidad, incluso el de la nacionalidad” (20). Refieriéndose a don Miguel, la narradora comenta: “este veterano tanta gloria alcanzó el año de 1807, en la heroica defensa que hizo de Buenos Aires cuando la reconquista, de lo que tenemos recuerdos gloriosos” (Rosas 55).

17Debe notarse que paralelamente al desarrollo de los acontecimientos en la novela, se asiste a cambios en las representaciones que dan cuenta de nuevas coyunturas.

18En sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, derivadas de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del Sur, escrita en 1852 tras la caída de Rosas, Alberdi considera a la inmigración de habitantes de Europa del Norte la fórmula para alcanzar el estadio de civilización que requiere una nación moderna. En posesión de la industria y del comercio, los nuevos pobladores educarían con el ejemplo en una cultura de trabajo.

19Considerando las reflexiones de Alberdi sobre el aspecto religioso de la inmigración, se torna aún más evidente la operación efectuada sobre la biografía de este personaje por Mercedes Rosas tendente a mantener la exclusividad de la religión católica. Así predicaba Alberdi acerca de la cuestión: “La América española, reducida al catolicismo, con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento de monjes. El dilema es fatal: o católica exclusivamente y desplobada, o poblada y próspera, y tolerante en materia de religión” (137).

20Con la progresión de la trama, el rechazo de Inglaterra durante las invasiones de 1807, se convierte, con el establecimiento de la república, en una sólida relación mercantil.

21En su exhaustivo estudio sobre la novela argentina durante el período 1838–72, Hebe Molina destaca al matrimonio como temática constante ya sea a través de la oposición entre matrimonio por interés y matrimonio por amor, o de la oposición entre matrimonio impuesto por los padres y libertad de los jóvenes en la elección de pareja.

22De acuerdo a la perspectiva de Pavel Medvedev, la singularidad de la literatura como expresión ideológica consiste en su capacidad para absorber ideologemas de otras esferas de la vida social. Incluso, en algunos casos, resulta difícil separar uno de otro dada la absoluta compenetración que se establece entre ambos. Esta combinación indisoluble entre la inclusión de formaciones ideológicas ajenas y la estructura artística constituye el modo singular con que la literatura se orienta en la realidad. En esto reside su permeabilidad a lo social.

23Sommer esboza esta lectura poniendo hábilmente en diálogo los trabajos de Michel Foucault sobre la sexualidad y de Benedict Anderson sobre la nación, dos discursos que surgen a fines del siglo XVIII.

24Nancy Armstrong, en su estudio sobre la producción novelística inglesa del siglo XVIII, subraya que dichas ficciones se contextualizan “en un momento en que el viejo orden aristocrático, basado en la genealogía y en los lazos de sangre, tiene que ser cuestionado y desplazado por el orden burgués basado en el deseo” (10).

25El rol materno aparece considerado en la novela como beneficioso para la moral y como una expansión que cohesiona a un más al hombre y a la mujer en la familia: “la maternidad es uno de los goces puros y tranquilos que nos concedió la naturaleza. La mujer más ligera deja de serlo cuando recibe las inocentes caricias del fruto querido de sus entrañas, y hasta los hombres dejan de ser egoístas y sienten con vehemencia el amor por sus hijos. Por otra parte, tanto el hombre como la mujer se ligan más con la familia” (206).

Additional information

Notes on contributors

María Carolina Sánchez

María Carolina Sánchez, PhD in Literature, graduated from the National University of Tucumán (UNT), Argentina. Currently she is an assistant researcher at the National Council of Technical and Scientific Research (CONICET). She is working on a project entitled, “The Survival of Enlightenment in Socializing Argentine Novels of the Second Half of the Nineteenth Century: A Debate on Morals.” She works as an auxiliar docente graduado of Anglosajon Literature in the Department of Language and Literature at UNT.

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