Abstract
The present study reveals how the film Bolívar soy yo provides a fictional space in which the implied author's frustrated desire for justice in Colombia is unburdened. Both the social and aesthetic utopian impulses converge in a singular utopian project that largely rejects the desolation and chaos in contemporary Colombian society. Ultimately, this study unveils an implied author that opposes ruling class interests, even though the film generally fails to fully depict the real socioeconomic causes behind today's conflicts. Likewise, Jorge Alí Triana's film repeatedly foregrounds the idea of “madness,” an ideologeme that effectively de-materializes contemporary struggles while avoiding a comprehensive explanation of the injustice and war that afflict the majority of Colombians. Thus, Triana resorts to a parodic representation of Simon Bolívar to express his concern for Colombia's societal problems and ongoing internal war. The present study critically addresses the representation of this historical figure, as well as the film's use of metafiction and intertextuality, so as to interrogate current events in Colombia. As historiographic metafiction, the film foregrounds its historical and sociopolitical basis, as well as its self-reflexivity.
Notes
1. Sobre el paradigma antropológico y la utopía de la mediación estética véase el libro de Simón Marchán Fiz, en particular el aparte sobre “La estética como mediación”.
2. Aunque Triana ha trabajado en cine (Citation Esto huele mal, 2007; Citation Edipo alcalde, 1996; Citation Tiempo de morir, 1985) y televisión, fue conocido principalmente como director de teatro. Hacia finales de los años sesenta fundó el Teatro Popular de Bogotá (TPB) junto con Rosario Montaña y Jaime Santos. Las obras del TPB se le ofrecieron al público no solo en el teatro sino en espacios públicos en diferentes partes del país. Triana continúa hoy en día con su labor en el teatro.
3. Véanse los libros de Iván Cepeda, Jorge Rojas o Hernando Calvo Ospina como ejemplos recientes de la producción cultural colombiana sobre crímenes de lesa humanidad perpetrados por los paramilitares con la complicidad del gobierno. Para una mejor comprensión de la situación colombiana, son también provechosos los libros de Jorge Enrique Robledo y Forrest Hylton, así como el CD de Noam Chomsky.
4. Es importante recordar aquí a Leonard Zelig en la película de Woody Allen, tanto por la “crisis personal” de Zelig, como por la utilización de Zelig (y de su nombre) llevada a cabo por diferentes sectores; igualmente, por la carnavalización de diferentes tipos de discurso y la inclusión de imágenes reales.
5. Siguiendo a Chomsky, después de Israel y Egipto, en 1999 Colombia ocupó el primer lugar como recipiente de dinero y armas provenientes de Estados Unidos. Esta ayuda militar ha aumentado la violación de los derechos humanos, convirtiendo a Colombia en el peor caso del hemisferio occidental.
6. Pérez Bowie se centra en los diferentes tipos de ficción en segundo grado, presenta la tipología de Georges Forestier, y ejemplifica detalladamente los tipos de ejercicios metaficcionales con base en su estudio de filmes de diversos países.
7. En cuanto a la irreverencia frente a la figura de Bolívar (relativa en Triana por Miranda en su papel en el dramatizado), el lector de Denzil Romero recordará obras como La carujada, y en particular, La esposa del Dr. Thorne. En éste último libro el autor venezolano escribe sobre Manuela Sáenz y Simón Bolívar para la “Colección de Erótica dirigida por Luis Berlanga”.
8. En El general en su laberinto García Márquez expresa su deuda hacia Mutis, a quien le dedica la novela. Como se sabe, Mutis publicó un fragmento de la novela que nunca llegó a escribir, El último rostro. Su epígrafe, según se lee en el texto, proviene de un manuscrito anónimo de la Biblioteca del Monasterio del Monte Athos, siglo XI, y dice así: “El último rostro es el rostro con el que te recibe la muerte”. El último rostro, relato borgeano, muestra a un Bolívar en sus últimos días, abatido física y moralmente.
9. Sobre los oprimidos, Freire decía lo siguiente: “De ahí que, en cuanto no llegan a localizar al opresor concretamente, así como en cuanto no llegan a ser ‘conciencia para sí’, asumen actitudes fatalistas frente a la situación concreta de opresión en que se encuentran. A veces, este fatalismo, a través de un análisis superficial, da la impresión de docilidad, como algo propio de un supuesto carácter nacional, lo que es un engaño. Este fatalismo, manifestado como docilidad, es producto de una situación histórica y sociológica y no un trazo esencial de la forma de ser del pueblo” (64).