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En tiempos del condestable Dávalos: Enrique de Aragón, poeta quejoso en Crónica. Año de 1420, de Jerónimo de la Escosura

Pages 49-58 | Published online: 20 Jun 2018
 

Abstract

Infants of Aragon are very important figures in the history and literature of the nineteenth century, but it is rare that one of them, Don Enrique, is the protagonist. This work analyzes the romantic story Cronica. Año de 1420, published by Jerónimo de la Escosura in 1839. In it, Enrique de Aragón is a cunning courtier and a poet in love, and he manages to change history because he changes the story with his verses.

Notas

Notes

1 Su hijo, Patricio de la Escosura, da cuenta de algunos de sus méritos en la dedicatoria de su novela Ni rey ni roque: “Al señor don Jerónimo de la Escosura, caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, del Consejo de su majestad, su secretario con ejercicio de decretos, intendente de provincia de primera clase y vocal de la Real Junta de Fomento de la Riqueza del Reino” (3).

2 Jerónimo de la Escosura publica por vez primera su Compendio de la Historia de España en Madrid, en la imprenta de D. León Amarita, en 1831. Se reimprimirá tanto en Madrid (Boix, 1839) como en Paris (A. Lefevre, 1853).

3 La semblanza de Manuel José Quintana (Vidas de españoles célebres. Don Álvaro de Luna. Madrid: Imprenta de Burgos, 1833) es posterior al Compendio de Escosura, quien con seguridad conoce la versión de los hechos de Mariana, así como las que brindan las ediciones dieciochescas de las crónicas de Juan II y don Álvaro de Luna, impresas en 1779 y 1784, respectivamente.

4 “El infante se dirigió a la cámara del rey. Hallolo durmiendo y a sus pies don Álvaro de Luna. Acercose al lecho y dijo en alta voz: –Levantaos, señor, que tiempo es. El rey despertó con sobresalto diciendo: –¿Qué es esto? Y como el infante daba razón de que era venido allí por su servicio y para arrojar de palacio a los traidores que lo rodeaban, lo interrumpió diciendo: –¿Cómo, primo, esto habíades vos de hacer?» (Jerónimo de la Escosura, Crónica 47). “[…] el Infante entró y los Caballeros que con él iban, hallaron al Rey durmiendo, é á sus pies Álvaro de Luna: y el Infante dixo al Rey: Señor levantaos que tiempo es, y el Rey fue dello muy turbado y enojado, e díxo: ¿qué es esto? y el Infante le respondió: Señor, yo soy aquí venido por vuestro servicio, é por echar é arredrar de vuestra casa algunas personas que hacen cosas feas é deshonestas, é mucho contra vuestro servicio é por vos sacar de la subgeción en que estáis […] É luego el rey conosció el caso como iba e dixo al Infante, cómo primo ¿esto habíades vos de hacer?” (Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre 164).

5 El tiempo en que El Guadalhorce publica el cuento es especialmente conflictivo en Málaga, donde se ha declarado el estado de sitio tras los graves y sucesivos disturbios que suceden entre 1835 y 1837 (Adame de Heu, Sobre los orígenes del liberalismo histórico 173). Camacho Martínez ha documentado el malestar de la población de Málaga en este período por la clausura, expropiación y venta de bienes eclesiásticos derivada de las leyes de desamortización (Camacho Martínez, “Desamortización y ciudad. Málaga” 25–48) y Lawrence ha explicado el radicalismo popular progresista en el otoño malagueño de 1838 (Lawrence, “Las viudas de Comares” 87–98).

6 “[…] y el Infante trabajaba cuanto podía por concluir su desposorio con la Infanta Doña Catalina […], e trabajaba con Mari Barba que era su aya que quisiese atraer a la Infanta á hacer este casamiento, e a Mari Barba tampoco le placía quanto a la Infanta, e Mari Barba partió secretamente de Ávila, e fuese para Olmedo, e llevó cartas para el Infante Don Juan, e para los otros Señores que ende estaban, rogándoles, e requiriéndoles que no diesen lugar que ella hubiese de casar contra su voluntad con el Infante Don Enrique, ni consintiesen que Mari Barba que era su aya e la había criado desde que nasciera, gela hubiesen de quitar e poner otra en su lugar, e que hubiesen duelo de su trabajo e la quisiesen sacar de tan gran cuyta e fatiga como ella estaba” (Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre 169).

7 Como ya señaló Rico, “Varias veces (así, por ejemplo, en Medina del Campo, 1418, cuando las bodas de don Juan, o en Valladolid, 1440, cuando las del príncipe) coincidieron el rey y los infantes en las luchas deportivas que tan cumplidamente satisfacían la aspiración de la aristocracia a un vivir estilizado” (Rico, Texto y contextos 172–73).

8 Las referencias a estos animales se generalizan en literatura desde el siglo XVI como sinónimo de fiereza y bravura. Toros del Jarama, o alusiones a los mismos, aparecen en el Romancero y en textos de Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón, Quevedo, Lope de Vega, Samaniego, Pardo Bazán o Muñoz Seca (Leralta, Madrid. Cuentos. Leyendas y anécdotas 165–69).

9 “Cual sueño vano / que huyó fugaz, / ¡así te he visto, / felicidad! / Velada siempre / con tu cendal, / siempre ocultando / tu realidad. / Mas ya me niegas / con crueldad / hasta el consuelo / de aquel soñar: / que en vano digo / con triste afán / ¡ay, Catalina, / piedad, piedad! / Mucho te pagas / de tu beldad; / mucho, señora, / te pagas ya. / Sangre de reyes, / ¡ay!, ves brotar / del pecho mío / sin te ablandar. / Mas no es la causa / tu vanidad: / eslo tu pecho / de pedernal ,/ que ni esperanza / de amor me da / cuando te digo / piedad, piedad” (Escosura, Crónica 159).

10 Reproduzco el texto a partir de la edición de Dutton y González Cuenca, Cancionero de Juan Alfonso de Baena 703.

11 Se trata de los textos ID2294, ID0338, ID3678, de acuerdo con la nomenclatura de Dutton en El Cancionero del siglo XV (c. 1360–1520).

12 “Mi bien tanto deseado / çedo vos vean mis ojos / porque cessen mis enojos. / Alegre sería el día / que yo tanto bien oviesse / que solamente vos viesse, / yo de ál non curaría; / mas por quitar este cuidado / çedo vos vean mis ojos / porque çessen mis enojos. / Non podríades pensar / que tan grande es mi desseo, / en pensar que vos non veo / non me puedo alegrar, / mas por quitar este cuydado / çedo vos vean mis ojos, / porque cessen mis enojos”. Sigo la edición de Ciceri, El cancionero castellano del s. XV de la Biblioteca Estense de Módena 230.

13 Su sobrino, José Fernández Bremón, le dedica el volumen de cuentos que La Ilustración Española y Americana publica en 1879, tras su aparición desde 1781 en diferentes periódicos nacionales (Jové. “Fantasía y humor en los Cuentos de Fernández Bremón” 119–32).

14 Como señala González Sánchez, en la resolución del golpe, atraco, insulto o movimiento de Tordesillas el papel de Luna es esencial: “Las dotes psicológicas de don Álvaro se manifiestan claramente en la elección del método. Conocía que la repetición de una misma acción, como era ir de caza, produciría un relajamiento o, en el mejor de los casos, un abandono de la vigilancia que podrían aprovechar para escapar, como así fue”. El episodio “Sirvió para aupar al poder a un hombre nuevo, don Álvaro de Luna” (González Sánchez, “Un golpe de estado y sus consecuencias” 174 y 181).

15 A no ser que el protagonismo recaiga en la figura materna, en cuyo caso la madre es el personaje dominante que, por lo general, ejerce violencia sobre la hija, como ocurre en La madre rival, cuento anónimo publicado un año antes que Crónica en El Panorama. Rodríguez Gutiérrez destaca también este aspecto y subraya la tendencia a los finales trágicos en los cuentos que aparecen en esta publicación (Rodríguez Gutiérrez, “La narración breve en tres revistas románticas” 189–208).

16 “El secreto de su corazón lo revelaba en aquel momento su alma con la elocuencia de los ojos. […] en sus ojos llenos de amor y de ternura leía extasiado don Enrique: ¡yo te adoro! Y yo te adoro, con su mirar, la contestaba” (Escosura, Crónica 171).

17 En el cuento Zelina y Aben-Hamet, a cuyas conexiones con Crónica me he referido ya, leemos años después: “Las convulsiones políticas provocadas por la intriga aristocrática no pueden sofocarse sino por la mano del verdugo” (Luque, Zelina 370). La pertinencia de estas palabras, a la vista de la evolución política del condestable, es evidente.

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