Abstract
Aunque encapsule la teoría Freudiana del arte, la teoría de la sublimación ha quedado fuera de moda. Más aún, desde su comienzo siempre hubo algo mal definido en la misma. ¿Utiliza la energía de la pulsión sexualizada o desexualizada?¿Es una defensa o una alternativa para la defensa?¿Sirve a Eros o a Tanatos? ¿Es útil para el trabajo clínico o no se puede usar ?La única ayuda para la definición, aunque incierta, reside en el criterio extrínseco de la realización artística concreta. Mi propósito aquí es revisar y “reinventar” la sublimación a la luz de ciertos principios de la estética pre-romántica de lo sublime. Las dos son teorías de elevación espiritual, en otras palabras, la elevación que se desplaza hacia el pensamiento abstracto y al logro moral del hombre y ambas intentan explicar el misterio de la experiencia estética. Por un lado, la estética de lo sublime ofrece un mito moderno que nos ayuda a articular una serie de factores a los que ocasionalmente se refieren varios autores como constitutivos de la sublimación, pero que no han sido incorporados a un marco orgánico simple: trabajo de la pérdida y del duelo temprano; existencia anterior de un factor catastrófico – para ser considerado, dependiendo de la situación, como traumático o simplemente ‘negativo’; la correspondencia con un proceso de categorización somatopsíquico que coincide con la subjetividad. Por otro lado, también nos ayuda a comprender de forma empática la experiencia del placer negativo, viviéndolo ‘desde adentro’.
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